"...Dejé volar la imaginación
y una sonrisa vino a mis labios.
Estabas cerca, ¡muy cerca!,
a pesar de la distancia.
Mis manos te buscaban,
querían rozar las tuyas,
sentir tus dedos, para acariciar
al mar y la brisa
que llegaba en el nordeste.
Y es que el mar hablaba
en la resaca de la playa.
Nos decía cosas
y nos contaba mil secretos
y leyendas.
Creo que cerramos los ojos
y nos quedamos oyendo al mar,
escuchamos sus rumores
que se mezclaban con el latido
de nuestros corazones
haciendo como una música de fondo,
que acompañaba los relatos de las aguas.
El mar nos contaba de viajes y de pescas,
de marinos y sirenas,
de playas y océanos sin nombre,
de brumas y galernas,
y todo, en una sucesión
encadenada y encantada
de imágenes, invisibles,
que llenaban las pupilas.
Apoyaste tu cabeza en mi hombro
y yo besé tus cabellos.
Te sentía tan cerca que podía aspirar,
y mezclar,
el olor del yodo y las algas de la playa
con el aroma de tu cuerpo.
Abrí los ojos y te vi a mi lado.
Caminábamos por ese mar,
viajábamos en algún barco, sin bandera,
y nuestras manos remaban
en alguna trainera primitiva
hasta llegar a una de esas playas desiertas
donde el mar nos seguía contando sus relatos.
Allí despertábamos de aquel hermoso sueño
y dábamos paso a la vida.
Una vida que, con todos sus latidos,
llegaba a nuestro lado
y nos hacía estremecer.
Recuerdo que, sin darnos cuenta,
comenzaron a surgir, como en un parpadeo,
los primeros versos de un poema.
Versos con tu nombre y con mi nombre,
en ese abecedario de ternura y poesía
que nacía en nuestras almas..."
Rafael Sánchez Ortega ©
16/02/20
- Autor: Pyck05 ( Offline)
- Publicado: 27 de marzo de 2020 a las 07:15
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 67
- Usuarios favoritos de este poema: Miachael, Yamila Valenzuela
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