Regad la tierra con esperanza
cuyos surcos son ampliados por la sangre
los huesos de espacios elementales, que surten
de espasmos a la arena violentada, y dejad
de sufrir por circuitos de agua y sombrías
raciones de cianuro.
Elevad la plegaria más alto, hasta el fin
de los confines del firmamento, que se escuche
triste y deliberada, asombrosamente fija y anclada
en mitad del universo.
Que las columnas hipogeas tiemblen en cada escenario,
y un delantal de alfileres sitúe vuestra emoción en cada
estrépito.
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