Andrómeda nunca se había sentido tan cerca

Mictlán.

Tengo una bestia dentro de mí.

Me quiere matar.

El abismo se ha abierto, me ha mirado después de tanto tiempo, vio

mis ojos cansados,

mis ojos destrozados,

dos cascadas,

dos estrellas

que un día fueron planetas,

mis ojos negros

más oscuros esta noche.

Tengo un penar dentro de mí.

¿Por qué debería de estar triste?

Mi mente sabe que nuestra ruptura estaba cerca, lo presentía, lo supe desde que tus ojos se esfumaron al ver mi ocaso.

Te asusto mi inmensidad.

¿Tengo yo la culpa de mi inmensidad? ¿Debo tener vergüenza?

Absolutamente no.

Mi espíritu salvaje es mío, nadie tiene derecho a querer convertirme en gota cuando yo sé que soy huracán, a llama de ceniza cuando me he proclamado incendio.

Y quien así lo piense no merece un lugar en mi vida. Es por eso que me voy.

Porque si alguien te dice que no debes volar, es una señal para arrancar el vuelo y alcanzar a Ícaro.

Mi brillo te cegó.

Me repito que no debe dolerme tus pedazos rotos e infectados, tu pócima de placebo, falsa, intoxicada de amor.

Tu mano ya no buscó la mía.
Me besabas fuertemente y con ansias de querer poseerme.

Más aquellos besos cálidos de diciembre, donde tu mano temblaba al tocar mi mejilla y tus labios fervorosos rozaban con ternura mi mentón. Esos besos no volverán (...)

Al principio te gustaban mis manos frías y las sostenías para llenarlas de calor, ahora solo dejarás que se congelen.

Lo supe cuando rechazaste mis besos. Se avecinaba la caída, solo era cuestión de tiempo.

Qué más dan las horas, que importan lo días, el desplome ya estaba dictado, esto se derrumbó con la misma rapidez que un castillo de arena en el mar. Cuando vino la ola tembló de miedo, no pudo soportarlo y la arena volvió a su forma inicial.

La ola retrocede a la profundidad. La materia se transformó. Y en aquel hundimiento, aquellos granos de arena en conjunto con las dos moléculas de hidrogeno y una de oxígeno se tocaron, se sintieron, se disfrutaron, se vieron a los ojos un instante y sonrieron para después llorar. Expirando con el atardecer de fondo.

De aquel castillo de arena, de aquella ola, hay un eco a lo lejos.

Si escuchas con atención aún puedes oír el sonido de sus lágrimas. Miles de estrellas ahora, están brillando en el cielo nocturno de esta noche.

Qué importa que un planeta se extinguiera, hay toda una galaxia por descubrir. Andrómeda nunca se había sentido tan cerca. Otra Vía Láctea que encontrar. Entonces dime: ¿Por qué cuando escucho nuestra una canción se me estruja el corazón?

Y gritó.

Dime, ¿Por qué tengo tantas ganas de llorar?

Dime, porque no me lo permito.

Dime, porque quiero olvidar mi nombre, beberme una botella, dos, tres, las que sean necesarias para no pensar(te), porque necesito soltar(te).

Para no escuchar las voces. Para olvidar(te).

Exageración, hipérbole, ponderaste, extremoso, exceso, aumento, desfase de la realidad, hasta parece que escribo arte barroco.

Mi hemisferio izquierdo sabe que esto es completamente irracional, que no vale la pena. Entonces dime, ¿Por qué tengo miedo de escuchar la canción que me escribiste pensando en mí, para mí, solo para mi)?

¿Por qué tengo ganas de irte a buscar y gritarte a la cara “que estoy mejor sin ti”?

Se me desgaja el corazón, grito de nuevo por la rabia, por el dolor que quema, por qué la herida arde, me duele, está abierta, me está matando de poco.

Que han pasado 24 horas, no las estoy contando, es mera coincidencia que sea “esa hora”, que estoy escuchando canciones de trova y viento para el encuentro con lastinieblas.

Por la tarde pase por la calle, que me dijiste que fuéramos “compas”
Así de crudo, de vació, de externo, ni siquiera amigos.
Jódete.
Que mi amor no se merece medias tintas, que este amor grande y puro no lo mereces. Solo dime... ¿Por qué?

Solo necesito conocer porque quiero ir al bar donde estás, salir corriendo y preguntar ¿Qué carajos?

Gritarte con todas mis fuerzas, golpearte hasta que te duela (como a mí), para que me entiendas. Para que comprendas a este mutilado corazón, que se siente ofendido, agraviado, lesionado, tullido, descalabrado, temeroso, esta todo asustado, melancólico, lúgubre, ceñudo. Ir al bar (...)

Y me pongo a meditar.

Mi alma, mi cuerpo es lo único que me pertenece y por enésima vez no te lo mereces.

¿Quiero un abrazo tuyo? ¿Quiero abrazarte fuerte? ¿Acaso deseo que mi cabeza encuentre tu corazón (aquel aparato que dice que estas vivo) para escuchar cómo se alegra al verme? ¿Pasa por mi mente tu aroma? ¿Tu barba áspera? ¿Tus manos fuertes, que cubrían las mías? ¿Tu toque tembloroso al principio y explorador

después? ¿Tus dedos que acariciaban mi cuello y tamborileaban en mis labios? ¿Tú risa que la reconocí aún sin verte, porque no podría confundirme con aquel timbre de felicidad? ¿Tú olor? ¿Extraño que me cantes? ¿Anhelo tus ojos cafés? ¿Aquella mirada anonadada que ponías al verme?

Mis labios no se abrirán.
Se sellarán cual tumba de Mohammad.
Es mi orgullo, ¿Acaso eso existe? ¿Mi última parte de dignidad?
Es más que eso.
Es la chispa lastimada,
La voz queda,
El toque sibilante
de mi volcán
de mi abismo
de mi bosque de mil acres, donde la luciérnaga me lleva a las neuronas,
a la bendita sinapsis, coherencia hecha magia, a decirme que hay amor en mí,
es el cielo que me mira y me cuida desde arriba, para recordarme que me amo mucho.

Que soy un millar de girasoles, un centellar de luces, un cinturón de orión, nebulosa de absorción, que me susurra, desde una nube arriba con voz firme, tranquila; Como quien cuenta un secreto milenario.

Pequeña, pequeña: eres el universo, no
estás
sola.

Ver métrica de este poema
  • Autor: Mictlán. (Offline Offline)
  • Publicado: 31 de marzo de 2020 a las 02:51
  • Categoría: Amor
  • Lecturas: 118
Llevate gratis una Antología Poética ↓

Recibe el ebook en segundos 50 poemas de 50 poetas distintos




Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.