Tienes tatuada la piel,
viejo roble del paseo,
con nuestro nombre en tu alma
y un corazón como sello,
en ti quedaron grabados
las palabras y los sueños
de la infancia de dos niños
que por tu lado corrieron,
y sintieron las caricias
de la brisa y de los cielos
y cambiaron las palabras
de sus labios por dos besos...
Fue otra tarde, en primavera,
el sol iba ya a lo lejos
descendiendo en el ocaso
con sus rayos en silencio,
y los niños, sorprendidos,
ya de jóvenes se vieron,
y sintieron la impaciencia
y el latido de sus pechos,
y se amaron, sin palabras,
como antaño en el recuerdo,
a la sombra de aquel roble
tan anciano y tan señero,
y sintieron el murmullo
y el suspiro de sus cuerpos
reclamando las caricias
y la sangre de sus versos...
¡Qué poema extraordinario
da la vida en poco tiempo,
el de un roble y su tatuaje
con los niños en crescendo!,
y esa música de altura
llega al alma de los cuerdos
arrancando mil latidos
de un violín en movimiento...
"...Y se amaron, sin palabras,
y sus dedos se fundieron,
escribiendo letra a letra,
unos versos para ellos,
porque amar es algo hermoso,
si es sencillo y verdadero,
y hay entrega, sin preguntas,
de quien quieres y a quien quiero..."
Rafael Sánchez Ortega ©
20/02/20
- Autor: Pyck05 ( Offline)
- Publicado: 5 de abril de 2020 a las 07:06
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 40
- Usuarios favoritos de este poema: Sathya Sanahuja, Texi, Ágora
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