Mi colonia, el lugar donde nací, es un pedacito de cielo que Dios quiso poner en la tierra. Nueva Francia, ubicada a 18 minutos aproximadamente de Escuintla Chiapas.
No sé a partir de que año, los carros comenzaron a subir los caminos hacia las montañitas, que se encuentran ubicadas más arriba de esta localidad. En los años 80, los vehículos llegaban hasta la colonia, de modo que los que ocupaban subir a las montañitas, tenían que hacerlo a caballo, burro o a pie.
Lo primero para admirar que estaba justo al entrar a la colonia, es su río, que en los años anteriores a los 90 albergaba superficies hondas; a estos espacios le llamamos pozas, es donde la chamacada solíamos pasar horas de diversión.
El río poseía una anchura bastante amplia, por lo que, para cruzarlo teníamos que caminar sobre un puente de hamaca; llamado así por sus extremos de alambre grueso y largo, tapizado por tablas de madera rústica. El puente de hamaca nos invitaba al relajo, se prestaba para mover al antojo al que iba delante de nosotros; para los más atrevidos y confiados era gracioso el balanceo, y para los precavidos causa de temor, ya que en un descuido podíamos caer y ser arrastrados por las corrientes del río.
Antes de cruzar el puente, valía la pena observar a la colonia con sus casitas hechas de diversos materiales, en su mayoría de ladrillo, block y láminas, todas acomodadas en la falda de una pequeña montaña llamada El Jilguero.
Escuchar a las aves cantar y tomar agua fresca y limpia de vertientes, era un verdadero deleite para todos; era un deseado descanso para el caminante que bajaba por víveres al pueblo.
En aquellos días, había solamente un Kinder y una primaria, colocados uno cerca del otro, de modo que, todos nos conocíamos.
Al salir de clases bajábamos corriendo a casa, dejando las mochilas, buscábamos el camino hacia el rio; toda la niñada nos concentrábamos en el mismo sitio, era como haber nacido para estar en el agua.
Los más pequeños jugábamos a la orilla del río haciendo pozos, construyendo casas de arena, buscando pequeñas cuevas entre las piedras o simulando hacer comida con las hojas de las plantas. Los más grandes, solían colgarse al estilo Tarzán sobre bejucos gruesos o ramas largas o sobre rocas altas para luego aventarse en un chapuzón al agua.
Vivir esos tiempos en la colonia fue lo mejor, lo sano y realmente divertido. Disfrutamos lo que Dios nos dio en la naturaleza. Sus recursos nunca fueron motivo de disgustos, había lo mismo y en abundancia para todos. No conocíamos entre nosotros diferencias, éramos un solo equipo “uno para todos y todos para uno”. ¡Bendito rio llevaste en tus corrientes nuestras alegrías, nuestras risas!
- Autor: Ruth Gonzalez Galindo (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 21 de abril de 2020 a las 18:50
- Categoría: Fantástico
- Lecturas: 18
- Usuarios favoritos de este poema: EVOLA.RL, Lualpri
Comentarios1
Que historia más linda y hermosa, la verdad al leerlo me parecía a aventuras como cuando era chica.
Ese río fue algo muy apreciado para ti.
Muy linda.
👏👏👏🌹
Cierto, agradezco a Dios haber nacido en este lugar. Es bueno saber que le ha traído recuerdos de infancia, porque recordar es vivir, pensar que un día fuimos felices con lo mas sencillo. Ese alma de niño debe seguir viviendo en nosotros. Dios le bendiga. Saludos.
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