**~Novela Corta - La Vida en el Tren - Parte II~**

Zoraya M. Rodríguez

Y Don Emeterio del Bosque, fue y caminó la estación del tren para subir en uno de ellos y encontrar a Julián. Cuando en el tren de la vida sólo le faltaba tomar el correcto y no el incorrecto, pues, tenía mucha prisa en hacer valer lo que para otros era nada. Cuando en el ambiente, se tornó inseguro y dentro del pasaje de la vida llevaba más vida. Cuando se tornó, más inestable, más incorrecto y más irreal, cuando en una vez, tomó el tren y el pasaje de la vida decía, hacia el norte. Si debió de decir para el sur. Pero, lo tomó y viajó por el mundo, por los Estados Unidos, y más por los barrios y sectores y más por los suburbios y por los pueblos. Quiso ser ése el viajero del tiempo, el viejo del ocaso y de la noche fría, derrumbando lo que quería en el alma, y en el corazón un sólo latido para hacer vengar lo que más quiso, a su hija, Mayrenis. Y pensó e imaginó, mientras iba en el tren, que debía de coger a Julián entre las manos y hacer responsable con su hijo. Mientras tanto, él iba conociendo el tren y sus rumbos. En una parada del tren, se bajó a merodear por el barrio y allí quedó, si se le fue el tren. Cuando en la vida, sólo en el alma, había una luz, en el interior de él. Cuando en el camino se electrizó, quedó allí varado, en la estación del tren, cuando en el ambiente se tornó oscuro, denso y frío, y sin tener ni equipaje, si lo perdió todo. Cuando en el frío se dedicó a enfríar la piel y más lo que se aferró aquí. Cuando en el ocaso enfrío la piel, la mente y el pensamiento. Cuando en el ingrato desenlace, se cuece el más crudo y más bravo final. Pasó el tren de la vida, otra vez, lo tomó y subió a él, y se dijo no hacer lo mismo, otra vez. Yá su mente demacrada, yá iba sin sentido, y sin un sólo latir casi del corazón. Era el viajero del tiempo, del ocaso y de la noche fría. Cuando quiso ser como el tiempo o como el frío nefasto, cuando en el alma, sólo se electrificó, su cometido, su esencia, y su pensar. Y pasó por todo el norte, viajó y viajó y no se detuvo ni por encomiendas de la vida. Sufrió mucho, pues, la ira de su padre Don Emeterio del Bosque, se llenó de mucho coraje en hacer valer algo tan valioso como lo era tener el honor de su hija entre sus manos. Llevó mucho tiempo en el tren, del norte al sur, a favor del dolor y en contra de la irresponsabilidad de ése muchacho, el cual, su hija Mayrenis, amaba tanto. Sólo se llevó una manera de ver el suelo tirado de escombros, de adyacente ira y de tener una condescendiente salvedad en saber que su padre salvaría su vida del horroroso escándalo que llevaba ella, Mayrenis entre sus hombros. Y llegó él, el viajero del tiempo, y del ocaso frío y de la noche a expensas de la fría niebla. Cuando con las tinieblas irrumpieron en una cruel y fría tempestad. Cuando fue que su suerte, se volvió más irreal, y más compleja como un camino tenebroso y gélido. Cuando fue que el tormento de sus recuerdos lo atormentó más y más. Cuando en el instante, se coció un tiempo en que sólo el mal recuerdo, lo llevó hacia un desastre inocuo. Cuando el tiempo sólo soslayó en una manera de ver y de creer que el destino fue cierto, como lo había predestinado la misma fuerza. Cuando en el ocaso se dió lo que más quiso en el alma, un frío, como todo sol en flavo color. Cuando en el camino se dió o que más enfrío el deseo, una comitiva insolvente, con demasiada luz, para saber que en el alma se abastecía, de calma y de un terrible sosiego. CUando en el alma, se dió la debilidad como se perdió la agilidad, yá era un señor de casi setenta y cinco años, cuando salió a recorrer el mundo en un sólo tren de la vida. Cuando en la vida, sólo se dió una cosa por hacer, si fue tener el mundo en las manos, como viajar y ser el viajero del tiempo. El tiempo, sólo fue el deseo fue como abrir el cerrojo a una puerta. Cuando una sola cosa dejó ver el cielo como lo era. Como cuando en el tiempo sólo socavó muy adentro, y en el interior, una cosa como lo era sobrevivir en aquel tren. Cuando en el alma sólo sintió un sólo desastre, en ver el cielo de clara tempestad, como saber que el reloj cambia de horas sin saber que el tiempo no pasa. Y era Don Emeterio del Bosque, el que confiaba en el tiempo y más en su propio camino. Cuando sólo se desnudó de esencia como la fría virtud en que él vivía. Como cuando en la sola soledad acabó de dar lo que tenía que ver en el alma, como fingir el calor en el alma tan álgida como el invierno aquel. En que se terminó de dar lo que la vida le daba. Un sólo impulso, un sólo deseo, y un sólo ímpetu en proseguir el camino. Cuando en la manera de ver y de creer en la mañana, sólo salió el sol en un abrir y cerrar de ojos. Si en el desierto, sólo socavó muy dentro, una manera de ver el silencio, y de sentir el tiempo en el alma, como una lucecita en que sólo se mantuvo la esperanza, y la espera en ver el cielo de azul, y no de tempestad fría como la nieve fría. Y se dijo una cosa, que ni el tiempo ni las horas podrán borrar lo que ése mal nacido le hizo a su hija, Mayrenis. Cuando en el tiempo, sólo se electrificó una osadía en saber discernir entre lo que quería el don y lo que la vida le daba para continuar un sólo latido, para hacer terminar su venganza. Cuando en el tiempo, sólo el tiempo, subrayó lo que enredaba la comitiva salvaje de la vida tranquila con la vida en el tren. Cuando sólo diste el tiempo como en la vida, un sólo desafío, en saber que el tiempo era aliado. Sólo sin saber que el coraje encierra lo que deja en la triste alma. Sólo sin saber que el desierto fue como la imaginación en cada penumbra de cada soledad. Cuando en el ambiente, sólo se tornó desesperadamente, inocuo, y sin un aciago porvenir, y todo porque fue como la misma venganza. Cuando latió un sólo deseo y más un sólo corazón, cuando en el alma, se escurre como el mismo anhelo. Cuando en el alma, se desesperó como el tiempo, o como el mismo pasado de su hija Mayrenis. Y si fue el ingrato deseo, el frío en la misma piel, como el mismo invierno aquel que corría entre el tiempo. Cuando en el alma sólo se prefirió el calor y no del frío invierno, que ahogaba y que hería en el profundo del alma. Cuando en lo más hondo del corazón se debió del alterar un sólo latido, cuando yá casi no le quedaba la vida en hacer vengar a su hija de ése mal hombre. Cuando en el tiempo, sólo se debió de jactar lo que más debió de llorar la vida misma. Y era su esencia y su virtud, con lo que más se amarró su esencia, y más su presencia como una magia dentro del alma bendita e infinita como ese tiempo en que buscó a Julián por el sur y por el norte también. Y era el viajero del tiempo el que más se debió de enamorar de la vida, de la senectud y más del tiempo en su casa como retirado de una hacienda que echó hacia adelante por muchos años laborando en ella. Era el 1940, un hacendado suntuoso, y presuntuoso de la misma forma en que el delirio se identificó como el mismo dinero en la misma mano. Y fue el hacendado más fastuoso y más delirante en que la manera de ver y de entregar el alma, se debió de amarrar lo que más cruzó en el camino dejando una huella indeleble, como la forma de amar a su hija Mayrenis. Dejando una sola marca trascendental en el mismo camino. Dejando una manera tan intrépida de creer en la propia alma, como lo fue un hombre tan real y tan honesto y tan derecho como lo fue Don Emeterio del Bosque. Un hombre como nunca más se había visto ni en la imaginación de nadie ni de ninguna mujer. Cuando en el alma se sintió como pasaje de un buen estado de somnolencia, y siendo somnífero quedó dormido entre los vagones de aquella vida en el tren. Y pensó en la manera de ver y de creer en la manera de sentir y de percibir, en la forma más correcta y más clara de creer y de sentir lo que pasó más su hija con el desprecio de Julián al  abandonar a su mala suerte con el embarazo de apenas unos meses. Y eso le dolió a Don Emeterio del Bosque, el que con recursos de buena voluntad salió a buscar a Julián a hacer valer su cometido para con su hija. Y caminó por el tren, y vió a viejos viajar como a jóvenes. Pero, lo que más le hizo analizar el viaje fue su odio y su fuerza de hombre por hacer valer el honor de su hija y entre sus manos. Fue el instante en que el delirio se tornó pesado, como el haber sido dentro del pasaje de querer morir y de no salvaguardar lo ocurrido. Cuando en el tiempo, sólo quedó como principio y sin un buen final. Cuando en el alma sólo socavó muy dentro el dolor. Y fue el de querer atreverse a desafiar lo que más se cometió, una cruel venganza, y un deleite tan fabuloso en el alma, y por todo aquello.



Continuará……………………………………………………………………………………..         

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 23 de abril de 2020 a las 00:01
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 20
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