No, no lo quiero.

Y pienso en aquellos que son felices por amor, y pienso en que yo también quiero, y me aferro a cualquier idiota que pasa anunciando puerta abierta al corazón y yo en las mismas de querer un amor voy gustosa pisando fuerte.

Pero de que me sirve si cada que regreso es más vacía, regreso hecha un desastre, con la cabeza llena de recuerdos y el corazón lleno de añoranza.

Por eso ahora solo pienso en aquellos que son felices, pienso en que un día de estos nuevamente me impregnaré en aquello que se llama amor.

Y volveré a lo mismo, a escribir dedicatorias, volveré preocuparme por el buzón de entrada, por el registro de llamadas, volveré a eso que me da vergüenza ser y no quiero.

Porque no, no lo quiero, sin embargo sé que hoy en día eso es inútil, porque hoy en día existen millones de personalidades que te hacen ver las cosas desde otra perspectiva y por favor, ¿a quien mierda no le gusta eso?

Es la manera en la que la vida te engatusa en sus encantos y te enreda en trivialidades tan significativas, así de estúpido y contradictorio, te hace querer lo que no quieres, te hace necesitar aquello irrelevante, y yo no quiero, definitivamente no lo quiero.