**~Novela Corta - La Vida en el Tren - Parte III~**

Zoraya M. Rodríguez

Cuando sólo despierta del sueño que había dormido en el tren, pues, su rumbo tomó otra dirección, cuando se fue para el norte, otra vez, no vió bien el pasaje de ida cuando volvió a la estación del tren. Se equivocó, pues, el deseo de vengar a  su hija o hacer responsable a ése hombre de su hija y de su nieto, sólo se llevó la sorpresa de que iba, otra vez, de regreso. Cuando en la vida en el tren, sólo quiso en ser como fue, cuando en el dolor, se debió de aterrizar y no de detenerse en alguna estación del tren. Cuando en el amor sólo le latía por su hija Mayrenis, y su cruel latido en el corazón por hacer triunfar su cometido más escalofriante y ambigüo, y todo porque no hallaba, todavía, a Julián. Se fue por el tiempo, esperó el ocaso, otra vez, para tomar el tren hacia el sur. Y ahora sí que su pasaje decía el sur. Pero, algo pasó, que el tren salía de madrugada. Quedó alli varado, otra vez, entre aquella estación fría y de una cruel sensación, cuando el viajero no se detuvo jamás en hacer valer su vindicta. Y se fue por el tiempo, sí, se fue por el mal recuerdo, se fue por el camino pedregoso, lleno de piedras intransigentes, que dejaba caminar ni por donde se pasa el tren. Y subió en la madrugada en aquel tren de la vida, y era su vida en el tren, y nada más, que la vida en un sólo tren, cuando era el viajero del tren, el viajero, el cual, nunca se detuvo ni se enfrío su impulso en proseguir un camino lleno de piedras y de polvo. Cuando en el momento, se intensificó más y más, el deseo, de embriagar su sangre con el frío tenue, de su sentido adverso. Cuando en la magia del viento sólo le trajo el perfume de su hija como esencia que no borra los sentidos. Cuando en el alma, sólo se sintió adyacentes de ira y de penumbras en soledades, cuando en el alma, sopló un silbido en el alma, cuando en el paraíso se debió de entretejer el comercio de su imprudente ira devastada por el sol o por el frío siniestro de aquel entonces. Cuando mira por la ventana, sólo vé un pastizal de color amarillo, quizás quemado o arrugado por el sol. Sólo recuerda a su hija Mayrenis, como ella venía de lejos se le tiraba encima como para jugar a escondites. Cuando sus dos otras hermanas la educaban con serios principios, y que la ayudaron a forjar a toda una vida. Siendo la más exclusiva manera de ver y de creer en el amor a ciegas. En el amor fraternal como un principio tan extraño y tan vil como lo inesperado, como la esencia más caprichosa, y más fatula del tiempo, pero, no, no era así, era la esencia tan verdadera como tan real. 

 

Pero, fiel él hasta el final. Don Emeterio del Bosque, el que más se debatía entre la muerte y la vida, entre lo que más se defraudó aquí cuando en el tiempo, solo socavó muy dentro, el fuerte frío que heló a su corazón y congeló a su triste alma. Cuando en el aire socavó muy fuerte el frío, como que era invierno, como que el desastre que se llevó acabo un desfile de autocontrol y de un frío, solo en el alma. Y era Don Emeterio del Bosque, el que debió de enfriar a su propia alma, cuando logró arribar a la estación más segura. Y recorrió el barrio y demás sectores, buscando al tal Julián. Y encontró un bar lleno de gente insegura, que buscaba en el alcohol una supuesta atracción tan fría como el querer olvidar penas y dolores. Encontró un jardín lleno de flores, y se dijo que si el cielo es así, pues, que quería estar allí, cuando en su alma, se debió de entregar a lo que más debió de amar al propio cielo. Si en el cielo se encontraba, pues, el instante en que se amaba más, y en el corazón un sólo latido, cuando en el alma se aleja de la luz incierta. Y era él, Don Emeterio del Bosque, el que hacía más de dos meses, perseguía a su destino y más a su camino, quiso enriquecerse de lo más mágico de ese jardín inerte, real y hermoso. Cuando en el alma se sintió desolada, e inestable, por ende, solitaria y con una tranquilidad como la paz en el camino, no encontró nada raro en su camino, pues, era un hombre vasto. Dentro del universo extraño, sólo se aferró a la comitiva de ver estrellas inertes y suaves como el reflejo de luz. Y se dejó llevar por el destino o por el camino, cuando en el alma, se debatió de un frío adyacente, en la misma piel. 



Continuará……………………………………………………………………….                                 

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 24 de abril de 2020 a las 00:02
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 51
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