¡Oh campos de mis tierras sagradas
nacientes de las venas de mis gentes,
tenéis tus frondas en el olvido presentes,
y hoy sois ya serranías y estepadas!
La mano prosaica del hirsuto hombre
que ha abierto tus sementadas entrañas,
y encuentra el placer en sus barañas,
quiere hoy también arrebatar tu nombre.
Y este hombre no es de estos lares,
no, es hijo del fuego y la tormenta,
que con su vulgar afrenta
va incendiando los pinares.
Es hijo del páramo hueco,
hijo del caos y la guerra;
y va corrompiendo la tierra
y va dejando el río seco...
Es el hombre que en su dura mano
lleva la sangre de la estirpe primera
—la que los verdes bosques construyera —
que sigue la vil orden del tirano.
Lleno de codicia el mercenario
lleva en su frente la marca de Caín,
y va manchando los bosques de albín,
y va nombrando al campesino su ancilario.
¡Pero ya ha nacido el nicaragüense nervudo,
bajo el cielo de abril, que va a arrostrar,
oh campos de mis tierras, al hombre rudo
que quiere todos tus pinos quemar...!
- Autor: A. M. (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 24 de abril de 2020 a las 23:42
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 19
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