Y bajó Don Emeterio del Bosque, del viejo tren, el que le dió la vuelta casi al mundo, por el tiempo en que casi buscó en la búsqueda a Julián, el padre de su nieto. Su insistencia por hacer vengar a su hija, sólo quiso ser a consecuencia, su más eficaz desenlace. Cuando en la forma de creer en la esencia, y en la presencia, sólo se llevó a acabo, un fracaso tan inocuo como no haber hallado a Julián, yá sea para bien o mal. Fingiendo el haber encontrado un tiempo, un sólo deseo, de ver el reflejo, en el tiempo como haber tomado un sólo camino: el tren. Y se fue por el viejo tren, a buscar y hallar lo que nunca más se aferró un sólo silencio, el de odiar a cuestas de la cruel venganza. Y llegó a la hacienda, cuando el sol estaba a cuestas de la verdad, cuando en el aire, sólo se sintió la pureza del aire socavando muy dentro. Cuando en el aire, sólo se presintió lo que se logró aquí. Cuando sólo quiso ser incierta la aseveración dentro del mismo interior. Cuando en el ocaso se descifró el sol apagado, como la llama que llama a ser incierta, como dentro del mismo corazón. Y con toda razón, si se convirtió en locura la razón de Don Emeterio del Bosque, sólo por hallar una venganza. Cuando sólo tomó unos pesos del cajón del buró, y se fue, y embarcó de nuevo en el viejo tren, cuando sus pies sólo quisieron rodar por el viejo tren. Y hacer que el destino fuera tan diferente, pero, fue más normal que viajar por avión, pero, era 1940, corría el verano, y el calor sólo se enfrentaba a la osadía de ver el cielo en su propio camino. Tomó el tren, otra vez, y quiso subir en la próxima estación del tren que iba hacia el norte. Cuando en el alma solo en el alma, voló como vuela un ave al alzar alas después del nido. Y quiso ser el fuerte y, más aún, el viejo, el viajero del tiempo y del ocaso, cuando en el sol se llevó su equipaje flotando entre aquellos vagones del tiempo y del aquel viejo tren. Cuando en el alma, se debió de entregar el ocaso frío, y del congelado corazón, que en el tiempo se debió de hacer lo que debió de hacer. Cuando en el ocaso se enfrío el deseo de ver la venganza culminada. Cuando en el corazón, se debió de saber que en el silencio, se debió de saber que tren había llegado, pues, en el camino se aferraba a la paz que llevaba Don Emeterio del Bosque, en su camino y en su alma y más en su corazón. Cuando en el corazón se reflejó, un sólo latido, cuando en el camino vió el tren llegar y escapar de las garras de su propia hija fue tan fácil como echar volar lejos como si ahora estuviera dejando el hogar. Y se marchó lejos, pues, el destino, se fue como el camino, abrazando el incierto porvenir sin caminar en el frío o del aquel invierno que pronto vendría. Cuando en el ocaso llegó sin aviso y sin amarrar el ir y venir. Cuando en el alma, le avisó que el coraje es fuerte como el odio que él sentía en contra de Julián. Cuando en el juego del amor se debió de entregar la fortaleza, en proseguir un camino tan fuerte como el haber hecho real la vindicta más cruel de poder vengar a su hija Mayrenis del abandono de Julián. Y siguió y prosiguió en un tren en que sólo él, quiso ir y marchar hacia el mismo norte, cuando sabía que en el sur no se hallaba. Cuando en el ocaso se vino abajo en un flavo color, cuando en el instante cayó como reo en la prisión de su propio corazón con un débil latido, pero, fuerte de espíritu. Cuando en el instante se debió de atraer lo más preciado del corazón, cuando en el alma había una lucecita entre el corazón y el alma misma. Cuando en el deseo se atrevió a ser fuerte de corazón y no dejando a un lado el mismo ímpetu de proseguir un camino en un viejo tren que lo llevaba hacia el norte mismo. Cuando encontró a un bello paisaje, desde que había tomado el pasaje de la vida misma en el viejo tren. Cuando en el ocaso se debió de entretejer el más débil de los momentos, cuando su vida fue y será, como el hábito nocturno dejando una estela sin sabor. Desnudando el corazón en un abrir y cerrar de ojos, latiendo de poco a poco, pero, subyugando y creando un desierto de amores inconclusos, como lo era el amor a su hija Mayrenis. Cuando en el alma, se debió de entregar el instante en coraje y en salvedad de hacer valer su cometido más incongruente, el de querer vengar a su hija Mayrenis. En querer saber que el instinto fue como lo tan diferente de crear una luz en el camino tan oscuro como el saber que el comienzo era yá su tristeza y su terminar sin haber comenzado su venganza. Como lo más vivo de un después, quedó Don Emeterio del Bosque, buscando sin poder hallar la manera de ver el coraje en poder sobrevivir. Cuando en el alma se debió de creer que en la llama del fuego de esa alma se entregó el corazón casi sin latir. Cuando en la fuerza por luchar se tornó devastadora y tan enredada como tejer una telaraña en el camino atrapando el abandono de Julián hacia Mayrenis. Cuando en la alborada no se fingió en el corazón, un latir tan fuerte como el haber atrapado el instante en que se debió de creer en la venganza de su hija Mayrenis. Cuando en el amor se debió de creer en el amor fraternal de su hija hacia él, Don Emeterio del Bosque. Cuando en la alborada se dió un sol como la luz tan brillante como aquella en que se dió el nefasto tiempo y la soledad en cada paso en aquel tren de la vida misma. Cuando en el interior del ocaso se vió reflejada la luz del sol. Cuando en el siniestro cálido del mismo sol, se debió de amar y más el amor puro de su hija Mayrenis. Si cuando en el tiempo se debió de amarrar el ocaso frío, dentro del mismo calor, que dentro del arcoiris del mismo cielo se sintió el deseo de querer el frío en la misma piel. Y sí, se fue por donde el mismo ocaso termina, o por el otero del norte, cuando acaba de discernir entre lo que más se dió. Cuando su más vil venganza se debió de dar el crédito de amar y de entregar toda la razón existente cuando sí amaba a su hija Mayrenis, y si era el viajero del tiempo y del ocaso frío. Si era como el tiempo o el frío invierno, casi imperceptible el deseo inocuo. Donde el pasaje de la vida no cambió de dirección ni de rumbo a seguir, cuando su presencia se debió de dar como la luz que perseguía. Cuando en el ambiente sólo se debió de creer en la osadía que por el día, se debió de dar como el mismo vagón que lo llevaba hacia el mismo norte. Y con el frío inerte, que debió de saber que en la misma piel, se debió de dar lo cometido, cuando en la vida misma, se creyó en el recurso de ver y de sentir el desastre en ir y venir, con el dolor de un padre tan herido con el mal acto de su hija, Mayrenis. Cuando en la alborada llegó al pueblo donde le dejaba el viejo tren. Y vió carruajes de colores, tan trascendentales como el viejo norte. Cuando se alejó del cometa de luz que le embargó su creencia de que Julián estaba ahí. Cuando en la manera de sentir, sólo quiso en subyugar la forma de creer en el cruel frío que le padecía su piel. Cuando en el ambiente quiso ser la fuerza en voluntad y de creer en el odio o en el rencor de la manera tan adyacente de vivir en la crueldad, en el desprecio, o en la forma de abandono, como lo hizo Julián para con su hija, Mayrenis. Cuando en el ocaso triunfó su forma de creer en el amor propio de un padre, si solo quiso ser el fuerte y hacer valer el honor de su hija entre sus propias manos. Cuando en el alma se aferró al ocaso frío, dentro del malestar que dejó su presencia y más el mal acto de Julián. Cuando en el ocaso, se aferró, al desierto en que había viajado, se debió de automatizar el instante en que más se dió el ocaso frío en los mismos ojos. Cuando llegó al pueblito del norte, a desafiar lo que empezó una vindicta tan eminente, como poder sentir el silencio entre el polvo de aquel pueblo viejo. Cuando llegó y lo vió el fracaso llegar a manos tan indecentes, como poder ver y observar el delirio de creer en la venganza. Faltando en el delirio de que en el alma, se debió de creer en el desafío en poder descifrar lo que acontece. Cuando en el alma, se abasteció de crueldad y de delirio incongruente, cuando en el instinto se dió lo que más soltó, un frío hálito entre los labios. Buscando un tiempo en que el sol, se debió de creer en la forma atrayente de vivir más y más.
Continuará…………………………………………………………………………………...
- Autor: EMYZAG (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 30 de abril de 2020 a las 00:02
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 34
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