Autillo, de la noche,
carbón ennegrecido,
con tu canto loable,
espantas las ruindades
del camino. Ave nocturna,
plumaje ligero, cuánto te
estimo y te quiero. Por ser,
de mi infancia, lo que más
añoro y deseo. Embriagado
de tu penetrante sonido, rondaba
a las muchachas, íbamos amigos,
de la mano, solitarios y aburridos.
Autillo, hoy conmemoro y celebro
tu recuerdo, por ser, de la noche,
el ala prodigiosa que a todos nos cubría.
Autillo, sí, entre las estrellas y los árboles,
insectívoro voraz y persistente.
De libélulas de río, harto tu vientre,
de roedores minúsculos, ratas, ratones.
Bello ejemplar de las corrientes aéreas,
cuya visión excepcional, le capacita
para horadar los núcleos de la tierra.
Autillo, mochuelo, cárabo, rosas fugaces
de la madera, en un instante del alba
deshechas-.
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