De lo rotundamente podrido,
ruedan inmensidades, terciopelos
heridos, de lo nocturnamente acogido,
sueños bendecidos, diálogos fortuitos,
de lo inesperadamente abarcado
hasta el final de la estirpe.
Ruedan, sí, carpetas vigiladas,
sueños en frascos diminutos, como
fetos aniquilados por el polen marchito;
y esa infinita ansía de empobrecer la lengua
propia.
Bosques interminables, familias de árboles,
herencias crepusculares, de lo que una noche,
fue auxilio o grito. Se funden en mi boca,
los pronósticos de las hordas fulgurantes.
Entonces, y cuando no hay fronteras,
la niebla extiende su saco de arpillera,
hasta la inquietud de un martillo con su torreón
altivo y desgastado.
Sutilmente, la melaza de la fruta amarilla,
desplaza también su insigne material verde.
Y es la mañana que vuelca su desinterés
sobre mis pechos-.
©
- Autor: Ben-. ( Offline)
- Publicado: 15 de mayo de 2020 a las 10:01
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 21
- Usuarios favoritos de este poema: Mily H.V, Anton C. Faya, Lualpri
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