El sabor de mi vida y el amor de mi alma se ha convertido en una mujer. A estas horas de la madrugada escribo esta carta porque empecé a recordarte. Siempre me he dedicado a escribir para ti. En mi mente, mientras tu y yo hablábamos, redactaba cada una de mis palabras y las tuyas, aquellas que parecerían prosas de Benedetti o la letra de canciones que, tanto para ti como para mi, eran ideales de escuchar juntos, recostados en el césped, mientras el perro jugaba. A pesar de no estar de frente, te veía, te veo aún. Hoy más que nunca estamos separados, ¿por qué? ¿Por qué el camino de tenerte es tan complicado? ¿por qué no te daña que no sea yo tu abrigo?
La gente dice que te olvide, que me suelte de ti de una vez por todas, como arrancar la raíz de un árbol que es gigante, hermoso, con esperanza de vida y frutos, como un naranjo. Arrancarlo y volver a poner una semilla en la tierra fértil donde estaba ese árbol. Quieren que convierta esas palabras que guardé, en epitafios, de lapidas de ti, de tus recuerdos.
Me río de ellos en ocasiones. Lo que no saben es que, en esa tierra fértil donde crecerá el árbol de nuevo es tu vientre, tu cuna de vida y de amor. Lo que no saben es que, desde que te fuiste, soy todo muerte, soy un cementerio, donde afortunadamente yacen las lápidas de ti.
Lo que no saben es, que el árbol es parte del cementerio.
- Autor: Marco Quiroz ( Offline)
- Publicado: 15 de mayo de 2020 a las 10:28
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 16
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