**~Novela Corta - Las Amarras del Corazón - Parte I~**

Zoraya M. Rodríguez

Ellence, la muchacha más inteligente de la clase, vá en busca de una inteligente pócima para su proyecto de química. Nunca se imaginó que a su clase llegaría un nuevo miembro a la facultad de ciencias, que se llama John. El muchacho un poco tímido, lerdo y tonto, se siente como un pajarito enjaulado, pero, dentro de esa jaula se encuentra la más inteligente, astuta y lista de las señoritas, Ellence. Ellence, vá en busca de ayuda hacia su pócima más estrambótica, perfecta y dichosa, hacia John. John, sin poder comprender, ni mucho menos entender, se dió lo que más, una fuerza en química, entre Ellence y John. Cuando se enamoró perdidamente Ellence de John, vió en él lo que buscó y anheló, lo que nunca hubiera podido decir de alguien. Y su frustración terminó cuando en su vida se enamoró profundamente de John. Cuando abrió una sola incógnita en querer saber del brebaje único en que sólo le devolviera el amor puro e inocente de un hombre. Y se fue por el camino que le diera la reacción química en solventar la pócima secreta. Cuando en el tiempo sólo le dió la contestación a muchas preguntas. Cuando en el pasado se dió lo que más se dió, un brebaje autónomo en saber que el amor sí existe. Y Ellence, lo sabía. Ellence, sólo quería el saber hacer y preparar la pócima tan secreta como el amor que sí sentía por John. Cuando el sol, se perfiló como el cometa de luz, que en el sendero era como el eterno lucero. Y se dió lo que más quería, Ellence, también se enamoró de ella John. Y se hicieron novios, y la relación duró lo que dura una naranja a mitad. Y se fueron por el tiempo, y más por el verano lleno de sol. Cuando en el pasaje de la vida se amaron más y más, si eran novios. Y el tiempo pasó y pasó, y quisieron ser el mismo sol, el que empieza y no termina de dar calor y luz en el mismo corazón. Ellence, en la práctica de la pócima, se aferró al delirio autónomo dentro de la misma manera en que quiso más sentir un fuerte amor. Y fue el amor de John, cuando en el alma, quiso en ser más fuerte como el mismo desenlace entre los dos. Era como la misma química entre los dos, entre el sabor de la pasión en que se quiso más entregar el suave delirio entre lo que más se entregó: un amor. Y vivió eternamente al lado de John, cuando en el amor triunfó más y más, y quiso ser fuerte como la misma advertencia que da el corazón con un sólo latido. Cuando en el alma se dió lo que se creyó más, un amor frustrado, pues, en el corazón se debió de haber enamorado, pero, parece que no fue así. Ellence, iba y venía a su escuela, deseando saber el fruto y el futuro o el porvenir de su producto en el brebaje o con la pócima que sintió el deseo de entregarse completamente en cuerpo y alma, pero, no hizo caso, se fue por la mentira o por los celos que le atormentaban. Cuando en el coraje de creer se aferró al amor malicioso y celoso que le dió la vida misma. Si en el coraje de creer en su esencia, entre aquella presencia, que le dió John, no lo podía creer. Y Ellence, lista, astuta y decidida, busca hacer y realizar su pócima más efervescente y todo para poder enamorar más a John. Y John, un muchacho un poco tímido, lerdo y tonto, sólo sintió un amor pasajero en Ellence, y Ellence quería y amaba profundamente a John. Y ella, se pregunta, ¿cómo es posible que un sólo corazón pueda enamorarse de un sólo deseo en el mismo corazón?, ¿cómo es posible sentir en el mismo corazón el fuerte deseo de amar?, y así ella, Ellence, lo presentía y lo sentía más y más desde su propio corazón. Y se contestó ella, Ellence, como que el delirio se aferró a la mala suerte de quizás perder a su eterno amor, pero, no, se decía ella. Si ella, Ellence, le advirtió a su corazoncito de que el amor podía perderse de una forma u otra. Y ella, lo sabía, que el frío en la piel se debía de creer en el desenlace de creer en la forma provista de nunca perder a su amor conceptual. Y era ella, Ellence, le indaga más sobre la fórmula de la cruel pócima en la cual deseaba en que su amor fuera eterno. Cuando en el ocaso se desvistió de un frío inerte, por tan sólo pensar e imaginar en el desenlace cruel de la desventura de ese amor eterno. Cuando desde la alborada se cruzó un sol siniestro y doloroso, porque ella aún, no sabía si su relación iba o se hubiera derretido como el hielo a pleno sol del día. Se electrificó más el deseo de amar, cuando en el cálido momento, se sintió más el deseo de amar a John y John, tan tonto y lerdo, sólo quería ser feliz, pero, con la química de su propio descubrimiento entre las ciencias. Y sí, se llevó una cálida sorpresa cuando en su destino cambió una cosita, y fue que por un error en su pócima que John y Ellence se dejan de amar. Cuando en el corazón, sólo sintió lo que es el coraje de entregar el mismo amor. Cuando en la sola situación, se enfrentó a la debilidad del amor propio. Cuando finalmente se dió la pócima y él, John, la tenía y muy bien guardada entre su memoria más fija sin poder olvidar. Y sabía que el destino era así, como la pócima que tenía un sólo antídoto para frenar su efectividad. Cuando su delirio se hizo como el más detestable e ineficaz desenlace de haber amado a un corazón con el amor verdadero y tan real como lo fue John en su corta existencia. Cuando fue que en la sangre se embriagó de alcohol, cuando en una noche tomó lo que nunca, un alcohol, dentro del mismo corazón, que le dió pasaje a una sola ebriedad sin poder ser sobrio hasta el amanecer con una resaca que le dolió el estómago de una acidez. Y llegó el amanecer a descender con el mismo sol, en una verdad absoluta, impoluta y veraz y tan ufana como haber podido creer en el desconcierto tan resuelto. Cuando en el alba, se enredó lo que el sol mismo quiso en ser a ciencias de la vida misma. Y se le había olvidado la pócima, el brebaje de sí misma, en que el destino se fue por el rumbo sin ser incierto. Y cosechó lo que nunca una pócima, una sustancia que enloquece a enamorados en sobrevivir, lo que encierra el deseo de poder vivir sin la mala suerte. Cuando en el ocaso se convirtió en un mal incurable de desenfrenos cuando llega la maldita noche cuando es tan fría y adyacente. Cuando en el alma se debatió en una sola espera en creer en el amor puro e inocente. Cuando en el jardín se llevó a acabo una cosecha de rosas en el jardín. Cuando se enamoró y sin poder saber que el amor se sabe a intensidades claras. Cuando en el sol está el deseo de ver la luz eterna. Cuando en el ocaso se siente como el pasaje de ida y sin vuelta. Si en el alma se siente como una luz brillante e intensa. Cuando en la alborada se dió el instante en que se debió de creer en el instante en que se dedicó la fuerza en amar más. Y era, Ellence y John, los que se amaban sin penas ni diretes. Si simplemente se amaban, se querían tan hondo como el mismo mar imposible. Y lo imposible de creer se advirtió en el desenfreno, en poder sublevar lo que nunca una imposible y decaído y pasajero instante. Cuando en el alma se enfrío lo que nunca, una latente corazonada, y un frío en la misma piel, cuando quiso que la pócima se diera como nunca antes en el cuerpo y en la sangre de John. Cuando en el hechizo de Ellence sólo quería probar en su amigo Joseph. Ellence, debió de creer en saber que el delirio enfría a la piel, cuando en el deseo se debió de atraer el instante en que se cuece el tiempo tan nefasto. Cuando en el alma se creyó en que Joseph se enamoraría de Ellence con la pócima en saber que el destino no fue así. Cuando Ellence, le hizo tomar ese brebaje a Joseph, y Joseph se lo tomó, pues, era la única alternativa que poseía y que tenía el hombre en saber que el camino se cerraba para él siendo el único en creer a conciencia que el instante se sentía mejor con el brebaje. Cuando él, Joseph, toma el brebaje, sólo lo que siente es palpitar a su corazón de más débil a más rápido, como si la corazonada le impulsara a más amar. Y mira a Ellence, y le dice, -“ay, mi amor te amo más”-, con ojos desorbitados busca el corazón de Ellence, para hacer conexión con el amor y con su mismo coraje de amar en el corazón. Y Ellence, feliz por lo ocurrido, toma el desierto de su mirar hacia Joseph. Cuando en el ocaso se enfrió el temor de amar al corazón de Ellence, cuando en la órbita lunar se atrapó al cuerpo desnudo de Joseph queriendo amar a Ellence. Cuando en el amor quiso ser ése que deseó amar más a Ellence, cuando llegaron las amarras del corazón a atrapar a Joseph entre su querer y su amar. Y sintió las amarras del corazón a atar y a desatar lo que más incurrió en desorden dentro del propio corazón, atando lo que más se aferró allí, a todo un corazón dentro de la corazonada, del propio latir. Cuando se dió lo que más deseó, un corazón palpitando lo que más creció dentro del mismo reflejo, y fue ésa pócima o brebaje, en la cual, se aferró desde que después de tomar se dió el palpitar de amar a Ellence. Y Ellence coqueta y ruborosa, como toda mujer con el coraje de amar, quedó en contra del reloj, como las manecillas del reloj dando la misma vuelta al reloj sin horas dadas desafiando el momento. Y fue John, el que en el suburbio del desafío quiso ser en certeza la crueldad de la vida, cuando en los celos de la vida, corrió a ser como el viento mismo, como el mismo cielo o como el mismo calor, en ser cuando en la tarde se aferró el instante en que cada cual se quería en amar más. Y fue esa tarde en la que Joseph, tomó la pócima, y quiso a amar a Ellence, pero, Ellence, sólo quería saber del secreto de ese brebaje tan exquisito y logró derribar el desenlace de amar y de volver a amar a John como lo predestinado sin poder amar a Joseph. Y Joseph se le fue el brebaje del cuerpo tan pronto tomó el antídoto, también, preparado por John. El instante se volvió seco y deambulante, soberbio y tenaz, cuando en el presente, se dió tan áspero cuando Joseph volvió en sí, pero, fue un total éxito la pócima de Ellence y John. 



Continuará……………………………………………………………………………..

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 17 de mayo de 2020 a las 00:02
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 43
Llevate gratis una Antología Poética ↓

Recibe el ebook en segundos 50 poemas de 50 poetas distintos




Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.