En cada oportunidad que se presente estaré con ustedes
Mientras haya vida habrá poesía
Sucedió que en época de lluvias existió una ranita color marrón, con brillantes ojos verdes, la piel muy lisa y llena de lunares negros, ella estaba enamorada del lirio que crecía en el pantano, ese lirio inmaculadamente blanco y espigado que siempre miraba altivo al sol y seductoramente a la luna pero nunca abajo, nunca al fango pestilente que se fermentaba debajo de su plataforma verde, con cuánta admiración la ranita lo espiaba escondida entre las hierbas, sus grandes ojos rebosaban tanto de ese amor que se humedecían, ansiaba hablarle, pero su inseguridad le impedía acercarse y a la hora de las serenatas dedicadas a la luna, al pasto, todos los insectos entonaban sus melodías formando un bello coro, pero ninguno con el sentimiento que la ranita expresaba al croar, era para ella una manera de exteriorizar ese amor tan intenso que la consumía.
De día todas las ranitas se refugiaban en las rocas para conservar su humedad mientras el lirio resplandecía con los rayos solares, las demás ranas coincidían en que era una insensatez fijarse en un ser tan altanero como aquél lirio, las libélulas también le aconsejaban que lo olvidara pues eran especies incompatibles, pero eso no hacía más que ahondar su dolor, así que una noche decidió abandonar el pantano; mientras todos se entregaban a los cantos nocturnos, ella se alejó brincando entre la hierba, en eso oyó una voz a sus espaldas preguntándole a dónde se dirigía, era una luciérnaga.
-No sé, pero ya no soporto el peso de este amor imposible, el lirio nunca me corresponderá.
-¿Cómo lo sabes si nunca le has hablado?- le preguntó.
-El es un bello lirio y yo una simple rana.
-No es justo que por su causa abandones tu hogar, ve y dile lo que sientes, si te rechaza por lo menos te habrás desahogado, todos somos parte del pantano y nos necesitamos, hasta ese lirio tan bello necesita del lodo que hay a sus pies para nutrirse.
Y diciendo esto se alejó, la ranita estuvo pensativa unos momentos hasta que decidió hacerle caso a la luciérnaga, regresó y suspirando profundamente se acercó al lirio, tocando tímidamente su base, él, como siempre no se dignó bajar la mirada, la ranita entonces le hablo:
-Eres tan bello que cada noche canto para ti- el lirio le preguntó con aspereza:
-¿Que quieres?
-Solamente estar cerca de ti, para sentirte.
-Ni se te ocurra subirte porque me vas a manchar, vete al lodo a donde perteneces
-Ten compasión, yo tendré cuidado de no ensuciarte cada vez que venga, estoy enamorada de ti.
-Eso es ridículo, no quiero que vengas, lárgate.
-Solamente ésta noche...
-De ninguna manera, tu presencia me molesta, ve a juntarte con los sapos, ellos son tan feos como tú, yo soy lo único bello que hay aquí, lárgate.
-Sí, tan bello como cruel, no mereces que te amen.
Y la pobre ranita se alejó llorando, sin embargo, se dio cuenta de que ya no sentía ese peso que tanto la atormentaba, esa noche, en su piedra,dejó correr todas sus lágrimas mientras el lirio continuaba erguido y orgulloso en medio del pantano. Poco a poco la ranita recuperó la serenidad, ya no sufría durante el día y durante las noches podía concentrarse en las serenatas pues el lirio había dejado de absorber toda su atención.
Pero sucedió que empezó la estación seca y con el agua del pantano comenzó a secarse, marchitando la hierba y por consiguiente el lirio también empezó a sufrir, los rayos del sol comenzaron a herirlo, su antes inmaculada corola comenzó a tornarse amarilla, conociendo que ya no sobreviviría un día más, que al amanecer el sol se llevaría su alma al erguirse al mediodía, pasó su última noche recordando a la ranita que tan humildemente se acercó a declararle su amor hacía ya muchos días y su actitud soberbia al rechazarla, por primera vez su frente se doblego y pudo ver como se iba secando el lodo que lo sostenía, recapacitando en lo estúpido que había sido, siempre mirando hacia arriba sin darse cuenta de que lo que le mantenía con vida estaba abajo, añoró el corro de las hadas, el revoloteo de los insectos, el canto de las ranas y los sapos que ya se habían escondido a hibernar en las rocas, ya ni las luciérnagas alumbraban el pasto que también se había secado, con la poca humedad que le quedaba lloró gotas de rocío, las cuales se rompieron como delgados cristales sobre la costra dura, ni siquiera el lodo aceptaba esas lágrimas, entonces, para su sorpresa vio a la ranita que se acercaba y de un brinco se acomodó en su tallo, deseó tanto poder retroceder en el tiempo, pero ya no tenía nada que ofrecerle, con un nudo en la garganta le dijo:
-Perdóname, ranita, no debí ser tan orgulloso.
Ella contestó:
-Nunca he dejado de amarte.
–Pero ya no soy bello.
-El arrepentimiento te embellece, no podía dejarte solo.
–¿Cantaras antes de que yo muera'?
–Siempre cantaré para recordarte.
Al mediodía siguiente solo quedó una vara marchita de lo que fue el arrogante lirio, y escondido entre las rocas palpitaba en paz un corazón correspondido.
- Autor: Lourdes Aguilar ( Offline)
- Publicado: 17 de mayo de 2020 a las 01:04
- Categoría: Infantil
- Lecturas: 56
- Usuarios favoritos de este poema: Lualpri
Comentarios1
Muy bonito y atrapante.
Gracias.
Gracias Luisito
Qué gusto encontrarte
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