**~Novela Corta - Las Amarras del Corazón - Parte II~**

Zoraya M. Rodríguez

Ellence contenta y alegre con una felicidad entre sus manos se debatía entre la buena suerte que tenía y que poseía. Cuando la pócima fue un total éxito con saber que el brebaje supo que el destino fuera real y verdadero, como poder sentirse amada y más con su eterno enamorado John. Y la pócima fue lo que más obtuvo en su clase de química y de ciencias, una calificación alta como poder enamorar a cualquiera. Y fue como el aire o como el viento, tan suspicaz como poder saber del amor tan real de Ellence hacia John. Y se fue por el rumbo cuando presintió a las amarras del corazón suave y delicada en Joseph y no en John. Mientras que el amor era como el deseo o como el capricho exótico en el alma y más en el mismo corazón. Cuando en la alborada se coció de aventura y de desventura cuando era Joseph y no John el enamorado hacia Ellence. Y llovió esa mañana con lluvia y con un cruel aguacero como un sólo diluvio, en el cual, se electrificó, el combate de ir y de venir suavemente, cuando en el alma sufrió de un sólo malestar cuando a Ellence no la amaba John sino Joseph. Cuando en el alma se esperó a que el siniestro percance pudiera alcanzar lo que quería, el amor puro e inocente de John. Y se debatió la espera en saber que la pena y el sufrimiento se electrificó más y más, cuando en el desierto, se abrió como en el invento más indeseado, como que el amor se volvió inestable, y el instante quiso ser a conciencia cuando en el alma se volvió como la misma luz en el cielo mismo. Cuando en el alba salió el mismo sol, cuando vió a John tan enamorado como ella misma Ellence. Cuando en el alma se aferró lo que nunca, un poder de la misma fuerza y fortaleza, que la pócima cruel y devastadora para poder hacer enamorar a cualquier hombre de Ellence. Cuando hasta en el ocaso, se advirtió del cruel diluvio, y llovía insistentemente, y copiosamente, hasta hacer de la realidad un cometido de luces, y relámpagos, hasta hacer del instante una intensa intensidad, hasta hacer del corazón un eterno amor y con una pasión insistente en que debía de creer Ellence por el amor de John. Y era Ellence, quien amaba más a John, pues, su manera de creer en el amor elaboró esa pócima en saber que el deseo era para toda la vida, pero, nunca pensó o creyó que nunca debía de separarse de John, ni por un sólo segundo. Y así fue, sólo obtuvo un amor a la deriva, a un puerto seguro como lo fue llegar como un triste náufrago y fue Ellence, la que quiso enamorar más a John, pues, su manera de ver y de observar a su pasión y su amor fue que quiso crecer más cuando se enamoró más y más. Y más, supo una cosa, que el amor vá y viene si se ama en verdad como la flor no marchita si se riega muy bien con agua y sol. Cuando en el alma se sintió como pasaje de bondad en el mismo camino, y fue que el instinto se hizo y se realizó como distinto fue el amor y la pasión. Cuando en el camino se hizo como lo que más fue, un total derrumbe, en que fue un sólo desastre, de amar y de querer amar lo que fue y lo que más pasó. Y Ellence, lo sabía y lo quería, cuando en el ocaso se advirtió el frío inerte, cuando quiso amar más a John, pero, fue inocuo, aciago y tan vil. No quiso más en ser en verdad, un sólo frío en que, tal vez, se sintió inadecuadamente, tan irreal, como el suave murmullo que se propagó en la escuela de que sí, eran novios. Tomó el viejo instrumento, la guitarra y entonó, lo que nunca, una triste canción, que doblegó su sufrir y su pena en los ojos de desolación, cuando en la verde esperanza se esperó por la mañana, vestida de luz con los rayos del sol, cuando abrigó el tormento de su piel con ese frío perdido. Cuando en el alma si hasta el alma socavó muy dentro el destino, cuando en el paraíso, se debió de alterar lo que nunca y caminó por el lago, Ellence junto a John, y él le dijo con voz muy tímida que -“no quiero nada más con usted, me voy de la ciudad hacia otro país”-, y eso le cayó como bomba sin explotar en la memoria de Ellence. Y Ellence, le preguntó -“y, ¿por qué?, y él le contesta, -“porque yo estaba enamorado de otra muchacha, cuando usted apareció en mi vida”-. Ellence, quedó maltrecha, triste y herida en lo más profundo de su ser. Cuando en el momento del ocaso enfrío el desastre crudo de la mala herida que le dejó el amor, sólo en el alma hubo una oscura desolación, y una fría atracción, en que la luz opacó el deseo en ver el reflejo de un sólo tiempo. Cuando en la tarde yá estaba separada de John, y todo por una verdad y por un error de ella, al creer en el amor de John sin compasión y ni saber que él estaba enamorado de otra. Fue un grave error y otro error más grande fue que John se llevó la pócima secreta de enamorar a una persona de Ellence. Y John, sin poder saber que el destino es y fue será, como el haber abierto un jardín lleno de rosas y que luego y para entonces marchitaran con el tiempo. Y así fue el amor entre Ellence y John. Y Ellence, no recordó que el secreto de la pócima era John, al que ella quería enamorar. Y fue ese pequeño error, el de sublevar el amor en cada paso que se dió, pero, fue mayor el error, el de querer amar y fue un precio que pagó más adelante tan inmensamente, en que se atrevió  ser como el ave con alas mojadas sin poder volar y más sin amor. Y creyó que el final era de sabor a frutas cuando fue un agrio sabor y con un mal sabor de boca. Cuando en el alma se llevó una manera de poder creer en el universo sin estrellas y sin más luz que la misma oscuridad. Cuando en el instante se volvió recio, tosco, denso y frígido y fue la luz opaca, tan irreal, como el saber que el destino fue cruel con ella. Y ella, le respondió con tal cosa, que cayó llorando al suelo, cuando llegó a su casa, después que John la dejara con el amor entre sus manos. Y se fue cuando llegó el ocaso frío, inerte, y con la suave suavidad del amor entre sus propios ojos. Y cayó en redención en un fuerte, pero, frío invierno, en una nieve del mismo suelo, cuando cayó en un solitario duelo con ella misma. Y se miró fijamente, y de frente a frente, a ella misma, cuando en duelo fatal se electrizó su forma adyacente de mirarse a los ojos dominando el odio y el rencor entre sus más grandes e inmensas pupilas. Y se enfrío el deseo, la pasión aquella que sentía por John. Cuando en el albergue, de su automatizado evento, se dió lo que más quiso una daga letal entre su pecho, como formando con sangre a un corazón herido. Y se fue por el rumbo, por la corta dirección, cuando en la vida, se dió la magia, y la desventura de poder creer y de sentir en la cosecha de una nueva vida sin sangre en las venas. Y se fue por el camino pernicioso, el que le dejó mal infortunio, cuando en la alborada tramó y perpetró la más cruel vindicta si Ellence sintió en su propio corazón el coraje de las amarras del corazón y no pudo soltarlas hasta que en su interior pensó lo que quería realizar una venganza con la pócima secreta de que John sí cayera rendido entre sus más débiles deseos de amor. Si soltó su manera de entrever el desafío y de amar lo que más triunfó un odio devorador como ver a John alejarse de ella, de Ellence. Y Ellence, herida y sin Dios, sólo sintió la manera de sentir y de sublevar el momento en que sólo ella, quería sentir el fuego devorador de la mirada de John, pero, no pudo ser. Se enfrío el deseo de ver y de querer sentirse amada, pero, se fue por donde la lluvia viene y da el frío, por el mismo cielo o el mismo infierno que la llamaba a perpetrar tal cosa. Cuando en el alba, sólo admiró la belleza natural, pero, odió a Dios por el desenlace tan cruel de haberla dejado sin amor y más sin el amor de John. El corazón le tomó las amarras del corazón y la suprimió toda hasta que la manera de amar enredó y se convirtió en un odio devastador, pero, las amarras del corazón, destrozaron lo poco que le quedaba a Ellence en su corazón. Y se miró de manera tal en el espejo, que no era la muchachita que un día logró en amar en realidad. Y se fue por el tiempo o por el mismo ocaso, cuando no logró superar el desamor o el desprecio de su amor hacia a ella, Ellence. Y Ellence, vacía y herida y sin Dios, quiso entregar el corazón, pero, las amarras del corazón le oprimió el desastre de volver a amar y con la misma pasión que antes. Cuando en el ocaso se volvió pesado y deteriorado, lluvioso y feo, en tempestad y con una tormenta eléctrica en que sólo se vió el cielo de lluvia y de una copiosa lluvia que sólo le hizo pensar a solas. La locura se volvió su aliada, su más insistente tortura en la cabeza imaginando y pensando y fraguando una venganza o un amor que más anhelaba de su amor único John. Cuando en el alma se dió lo que más quiso una luz como aquella tormenta eléctrica que pasaba por el cielo mismo dejando una estela de luces como el del relámpago. Y empezó a hacer una hechizo la muchacha más sobresaliente de la clase y la más inteligente, e hizo un hechizo el cual no esa el mismo que aquella pócima que le dieron a tomar a Joseph, sino un hechizo más verdadero y más cruel que ese y era de convertirse en una mujer más hermosa como el haber sido un poco fea para John, así ella se decía. Y tomó el brebaje y se convirtió en una mujer fatal. La que en celos se convirtió en una mujer tan celosa, que en todo momento celaba a John en la clase, y hasta en la clase se notaba que estaba ardida porque lo intentaba ridiculizar en frente de tanta gente y de compañeros de clase, pero, él supo como esquivar sus palabras tan hirientes que dolían en el alma. Cuando ella, Ellence, llega al laboratorio de química, a hacer su pócima y si decide llamar a la pócima que enamora “Las Amarras del Corazón”, y sí que lo era así, pues, amarraba y enredaba los latidos del mismo corazón vivo. Y logró la pócima, pues, sólo le faltó algo y era que el amor de John creyera en el amor de ella, Ellence y no lo hizo en el brebaje aquel. Y quedó perdida entre aquella pócima desierta. Cuando en el ocaso brilló como todas las tardes. Cuando ella, Ellence, debió de creer en el amor secreto de la pócima en enamorar a John. Cuando en el alba, o en la alborada cayó un sol mágico, viendo entre sus ojos la luz eterna de Dios, pero, calló lo que tenía que callar Ellence. Y supo que en el desierto, se cuece de dolor, cuando no tenía ni tendría a su amor, a su verdadero amor entre su más eterno corazón. Y fue un error, un grave error, el que destruyó a su manera más vil de la manera más cruel, cuando él se fue dejando el amor en la triste intemperie. Cuando en el ocaso se vió lo que más se vió, una desilusión, una decepción, y una cruel desavenencia, entre el amor y la pócima y el secreto de John entre el brebaje de un imposible amor y una pasión inalterada. 

 

Continuará……………………………………………………………………………

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 18 de mayo de 2020 a las 00:01
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 42
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