Quien pudiera escapar
de las noches de insomnio,
de los atardeceres soleados,
quien pudiera escapar de los sueños que se han vuelto pesadillas, de las risas incomodas, y los amores no correspondidos.
Quien pudiera escapar de las pantallas en la noche, luciernagas sobre la almohada, se transforman en ideas que atrapo entre mis dedos.
Quien pudiera escapar a la inocencia de soñar con las estrellas, o de la inconsciencia de jugar con fuego.
Quien pudiera escapar a la torpeza y el descaro de querer inmortalizar todo en un verso,
por arrogancia, o quizás por miedo,
de olvidar como sonaba mi nombre saliendo de tus labios, debajo de las sabanas.
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