¿Y no hablarán los muertos de nosotros? Yo puedo,
si enmudecen los coches, y la lluvia, y los pájaros,
escuchar una insólita onda hendiendo el silencio.
¿Será la elipsis su lenguaje oculto,
el idioma que guiñan en secreto?
Si se callan los besos que guarda mi memoria
y la repetitiva monotonía del eco,
puedo escuchar acaso su lenguaje exquisito:
la añoranza feroz de los deseos,
la ausencia dolorosa del dulzor infinito
de jugosas cerezas,
la fragancia inefable del café recién hecho,
la nostalgia de manos que con caricia tierna
no caldean ya sus miembros.
¿No hablarán de nosotros, los muertos, añorándonos?
Lo mismo que nosotros los añoramos a ellos…
Aquel aroma a madre, inimitable,
al pastel anisado de los sábados,
a su vestido azul de andar por casa,
las castañuelas, siempre aprisa, de sus pasos
(¡había tanto que hacer, y tan escaso el tiempo…!)
No sobraba un minuto para nada,
pero nunca faltaba para un beso...
Y mi padre. ¡Mi padre…!
¿Me recuerda mi padre como yo lo recuerdo?
Su barba que a la noche raspaba siempre un poco
cuando llegaba oliendo a cansancio y regreso.
Su canturreo distraído, sus cuentos, su sonrisa,
el temblor de sus brazos al estrecharme en ellos…
Sí; ellos entre sí hablan –los muertos- de los vivos,
y también ríen y lloran al comentar anécdotas
y nos esperan, ciertos
de que un reloj sin números, manecillas ni fechas
nos acerca, despacio -o deprisa- a su encuentro.
Un latido sin cuerda, sin tendón, me lo afirma.
Me esperan. Les espero.
¡Qué temblor de azucenas cuando llegue ese día!
Es el alma, que vibra presintiendo lo eterno.
- Autor: Ana Vega Burgos (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 26 de mayo de 2020 a las 06:00
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 32
- Usuarios favoritos de este poema: Lualpri, LUIS.RO, Nathaly Severino
Comentarios2
¡Que incógnita el mas allá!, y aunque lo imaginamos de distinta forma, porque distinta es nuestra esencia personal; si que entendemos, empatizamos vivencias de los demás, aun siendo estas como dices " Un latido sin cuerdas ni tendón ".
Nunca me había planteado la posibilidad de añoranza, ellos-nosotros y viceversa, pero tiene bastante lógica: que los fuertes lazos de afecto que posibilitaron nuestras vidas, sean en el éter intemporal conservados. De alguna forma yace en el subconsciente de los hombres una irracional presunción de ente-energía (pues aquí dejaron sus cuerpos) en el otro lado.
Me ha gustado mucho su poema. Saludos
Será terrible añorar desde la otra orilla, aunque el tiempo ya no se mida igual. Pero a veces nos vienen esos recuerdos tan vívidos, el olor fantasmal del guiso de mamá, o el de la colonia de papá, o simplemente ese estrujamiento del corazón que te los trae a la memoria, y te preguntas cosas...
Me alegro mucho de que te haya gustado, Luis. No sé si vale algo como poema pero tuve que escribirlo, me siento mejor ahora. Un saludo.
Bien sabemos las dos que Don Cristóbal no puede más que tener regocijo en su alma por ver lo bien que lo ha hecho.
Su hija y su nieta siempre le tienen en la memoria del corazón, esa, que jamás olvida.
Besotes enorme mi preciosa Amarillita.
Te Quiero, monosa
Y doña Antoñita, Lydia... A veces los sentimos tan, tan cerca! Tú sabes muy bien de lo que hablo, cariño.
Te quiero, peke uke.
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