El amor se agosta con este tiempo:
Sus hojas van tomando un amarillo
terminal hasta caer de sus ramas.
A la madera se le saltan las lágrimas.
9.30 de la hora vespertina.
Mediados del mes de octubre. Casa de los Blázquez Segarra.
En penumbra; solo la luz mortecina de una tímida lamparilla
que en una esquina, sobre un tapete gris, apenas levanta
una mano de luz para ser atendida...
Frente a frente, sobre la mesa marrón de anea, ellos dos:
El uno—. ¿Qué hay de cenar, la otra?
La otra—. No lo sé, voy a ver la despensa. Solo veo soledad.
El uno—. No tengo hambre.
La otra—. Yo sí, comeré en la cocina.
El uno—. ¿Dónde, si no hay mesa?
La otra—. Comeré sobre la encimera, al lado de los fogones,
o quizás me apoye el plato sobre el regazo, porque al menos
quedan sillas.
El uno—. Me voy.
La otra—. ¿Dónde, si no tienes donde caerte muerto?
El uno—. Me voy a dar una vuelta. Buscaré un escondrijo
lo bastante oculto a las miradas para hacer un cuenco en la tierra
que me sirva de lecho definitivo. Me dejaré morir de hambre.
La otra—. ¿Me voy contigo?
El uno—. No es necesario, gracias; ya va el perro.
Tras esta última palabra se echó un telón de silencio sobre la casa.
El uno se quedó en la sala de estar mirando al pasado, y la otra cumplió
con la palabra dada de comer en la cocina, mirando al futuro, a nada...
- Autor: Albertín (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 26 de mayo de 2020 a las 16:07
- Comentario del autor sobre el poema: Cuando el amor se va yendo sin que podamos cerrarle la puerta.
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 53
Comentarios2
Son los tiempos.
Un abrazo
Otro.
Crónica de una soledad acompañada.
Saludos amigo.
Como bien sabes, la soledad no es cuestión de compañía.
Saludos rebotados
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