El olor de las blancas rosas
impregnando el aire en el pequeño jardín;
corría rumor distante de hermosas
plegarias en un amanecer sin fin.
Vagando por el patio viejo,
como solitario campesino,
o viendo, en el enorme espejo,
los ojos radiantes del destino.
“—¿Qué hora,
Señora,
tenéis en tu clepsidra dorada?
¿Qué aroma armonioso,
cálido y hermoso,
tenéis en tu morada?
—¡No corras, dulce niño,
¿qué no veis que mi cariño,
que es entero
para vos,
te lo entrego, compañero,
en la armonía de mi voz?”
El aroma de los rosales,
impregnados del ayer,
son susurros espirituales…
que nunca dejan de volver.
- Autor: A. M. (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 27 de mayo de 2020 a las 21:39
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 47
- Usuarios favoritos de este poema: Yamila Valenzuela, alicia perez hernandez
Comentarios1
Esos recuerdos se quedan e invaden siempre nuestra memoria.
Lindo poema.
Apapacho!
Son recuerdos que nunca envejecen en el alma y en nuestro corazón...
¡Gracias por el comentario, amiga Yamila!
¡Saludos!
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