Un espacio en mi alma

Nunca había sido capaz de pronunciar esas tres palabras tan anheladas por unos días, más que por otros, pero siempre llenas de temor, sin embargo ahora todo había cambiado, no podía soltar esas tres palabras de mi boca. Solo fue suficiente, no más de un segundo para que realmente, sin engaños a mí misma, por fin, me diera cuenta que había superado el miedo a morir, el miedo a la muerte, el miedo a la vida. No sabía con certeza que situación había ganado la carrera, si la situación en la que estaba mi país, el mundo, o era mi vida, o la de la gente que se ha ganado un espacio en mi alma, incluso podía ser la vida de la gente que sin conocer me hacía estremecer cuando, detenidamente, observaba sus comportamientos, ojos, manos y pies, cuando  escuchaba sus palabras y no lograba recordar ni una de ellas, solo me encontraba allí, divagando entre pensamientos fútiles, guiados por esas  mismas palabras. Todos, ahora todos tenian miedo, a excepción de unos cuantos niños que juegan con su inocencia, y de unos cuantos ancianos que juegan con su existencia, existencia que creen haber completado ¡Ahora todo era miedo! Estaba en las calles y caminos, se adhería en cada superficie, pero no se trasportaba con el aire, solo tomó por rehén eso que nos reafirma nuestra existencia, eso que necesitamos para vivir; ahora el contacto físico era casi que un atentado. Claro esta que la moral es sobrevalorada y encontramos paz en el beso y abrazo de buenas noches, o en los buenos días del vecino más cercano.