Dejo de importarme lo que Ella haga, deseando no haber plantado nunca su belleza y no haber jamás alimentado su fulgor, desde que inicie en esta campaña desesperada de amaneceres infinitos, jamás me fue tan complicado el tener, el esperar y el resignar.
Su belleza llego a su máxima expresión, tanto que Ella olvido sus raíces, se despojo de sus espinas y se vio cegada de ego, ya no florecía como siempre, ya no embelesaba el universo, en fin, perdió el sentido de su existencia misma y súbitamente amaneció, amaneció extrañando a aquel quien le proveía los metafóricos micro nutrimentos, quien en esencia era el suelo del que provenía toda su belleza y así comenzó la dura caída de todos sus pétalos.
Voltee hacia otro horizonte, pues sentía como las espinas desgarraban mis ventrículos, no podía mirar más. Las caricias que sentía en mis pupilas al contemplarla se esfumaron, la razón para mirar las estrellas igualmente perdió todo sentido, fue entonces que por mi bien tuve que tomar una de las más grandes decisiones de mi vida: Aceptar de una vez por todas que la decisión fue completamente de Ella, por lo que estuvo siempre fuera de mi control, no te imaginas que duro fue tomar esa decisión, pues mi enamorado cuerpo no aceptaba esa realidad, esa, que la alejo de mi jardín, esa, que la dejo eventualmente sin pétalos.
Mis madrugadas se volvieron amargas, y mis pupilas manantiales, casi pierdo el amor y la paciencia de plantar mas, pernocte en este universo del cual muchos no han salido nunca, y donde muchas estrellas se han extinguido, sin darse cuenta de su propio brillo maravilloso, pues el tiempo les ha ganado la batalla y les ha envuelto tanto que nunca tuvieron la oportunidad de notar su entorno y concientizarse de todo lo que iluminaban, como si nuestro sol, nos ignorara y se fijara solo en sus heridas apagándose lentamente y llevándonos con él, a su extinción. Así son estos seres, se extinguieron, ignorando a aquellos a los que iluminaban y a la vez, daban vida. Casi me extingo, pero una estrella lejana me ilumino, pues a veces también las estrellas necesitan de la luz de otras, para seguir en el camino, ella me guio de nuevo a mi lugar, a ese lugar de paz donde los sueños se hacen realidad y donde todos los seres deseamos algún día llegar, mi paraíso.
Ya no siento mas remordimiento por las culpas tatuadas en mi alma, pues se que con sentirme culpable no cambiaría el pasado, así fue como lentamente vino una avalancha de felicidad, la cual, me percate que siempre estuvo allí, simplemente había dejado de vivirla, había dejado de sentir, de regocijarme de ser quien siempre fui, pues con la luz de la estrella lejana, volvieron mis amaneceres, mi cielo retorno a los mil tonos de azul, mis manantiales no se secaron, sino, broto una nueva agua, producto de esta nueva vida, de este nuevo modus vivendi y experimentando tantos colores, sabores y saberes, de a uno a la vez, de mis manantiales brotaron repentinas, aguas de regocijo.
Dios que es uno solo, que nadie sabe su nombre y que nadie nunca lo ha visto, estoy seguro de que me contempla feliz, pues la felicidad que vivo se contagia, y cuando un lucero brilla tanto así, aunque estés lejos, su luz también puede darte vida…
- Autor: Felix Olivares (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 12 de junio de 2020 a las 14:38
- Comentario del autor sobre el poema: La luz que el amor irradia, rompe todas la barreras conocidas por los seres humanos
- Categoría: Amor
- Lecturas: 48
- Usuarios favoritos de este poema: Lualpri, Poemas de Pepita Fernández
Comentarios1
Gracias Félix.
Espero te encuentres bien.
Hermano de letras, espero que este virus, no llegue a tu puerta, que Tu y los tuyos, esten muy bien.
Un abrazo en la distancia querido Lualpri
Lo mismo para ti y los tuyos, estimado poeta,.
Un abrazo.
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