MUCHACHA PERDIDA

oscar perdomo marin

Oscar Perdomo Marín

Muchacha perdida

Una muchacha perdida en un monstruo de consumo. Viste de negro, es la moda. Viste de no vestir. Entrega cada día, ocho horas de su vida al concreto, la utilería del Centro Comercial. Una muchacha perdida es reemplazada por otra muchacha perdida que viste de negro y entrega cada día, ocho horas de su vida al monstruo de concreto, vidrio y utilería. Ambas son números que se borran, objetos que piensan, aprisionados en el salario o en la búsqueda de algo. Un millón de muchachas y muchachos perdidos, multiplicado hasta el infinito comen por estar perdidos, por no existir en la ciudad: son invisibles por fugaces, carecen de perennidad.
La adormidera musical, el ocre, los lumínicos letreros de la publicidad; el celular inteligente en cada prisionero; la cárcel de la vida que es rutina; el no pensar o pensar lo mismo muchas veces por inercia. Una muchacha perdida, si se ve. Es parte del paisaje urbano, una flor necesaria en la ciudad de concreto. Una muchacha perdida y un muchacho perdido siguen perdidos y pocas veces miran hacia la bóveda celeste.

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