Ella era como una tumba añejada, pero no, no como aquella que cubre un cuerpo inerte, sino cómo aquello que florece en esa tierra infértil y devuelve la vida.
Tenía los ojos como quien tiene más historias marcadas en su cuerpo que años de vida, con gestos inusuales de los que solo ella conocía su significado y el recorrido para expresarlos.
Sus manos habían tocado lapiceros como pieles, siendo privilegiadas aquellas que se plasmaban en las hojas que guardaba en su mesa de noche y pasaban a la historia.
Ella creía en la noche como el devoto en el sacerdote, sacando cada espina que en su piel encontrara, dejando todo a un lado y desapareciendo solo por unas horas.
- Autor: Alejandra Hurtado ( Offline)
- Publicado: 22 de junio de 2020 a las 23:17
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 89
- Usuarios favoritos de este poema: Lualpri, alicia perez hernandez, DFV, Menesteo, Ben-.
Comentarios2
Se nota tu inspiración en cada verso que has plasmado, encantado de leerte. Un cálido abrazo poeta.
Muchas gracias por leerme.
Saludos
Ella creía en la noche desapareciendo por unas horas.Con todo el control sobre sí misma.
Un saludo Alejandra.
Una saludo para ti Jose
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