Allí va, como peregrino solitario,
tan lleno de agua y humedad,
sosteniendo su paraguas con la mano
y con la otra su humildad.
Despertando cada charco
con una pisada apresurada,
interrumpiendo a cada rato
la caída de una gota de agua
que se escurre como llanto
en una mejilla pronunciada.
Desde el cielo un círculo negro
que la lluvia ha de bañar,
desde lo profundo de su cuerpo
el frío le refresca al caminar.
Evitando el salpicar de los carros,
evitando mojar sus pies,
contemplando los pequeños pájaros
bañarse por doquier.
El cielo es plateado mate,
un horizonte cromado
sobre el verde de los árboles
que lucen frescos aún siendo de antaño.
todo es cristal, todo brilla y refleja,
la calle es un espejo donde me veo;
sin importar el estilo de mi chaqueta
la lluvia me toca ignorando de donde vengo.
Si todos somos polvo
entonces el viento me lleva,
el agua me moja sin enojo,
el sol llega y me quema.
Sin importar quién soy,
soy otro más de los que ya están,
sea si vengo o si voy
el cielo me observa sin parar;
aunque no sepa donde estoy
el mar estará en el mismo lugar.
- Autor: Gabriel Espinoza ( Offline)
- Publicado: 30 de junio de 2020 a las 00:57
- Comentario del autor sobre el poema: Todos, sin excepciones, somos testigos de ciertos acontecimientos. No se pueden evitar, solo se viven tal como son. La lluvia, uno de ellos, uno de tantos.
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 23
Comentarios1
Muy bonito poema,
Muchas gracias Edmundo.
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