Posa en la arena todo tu olor, para que yo descanse
Este su olor se me ha impregnado hasta el tuétano de la piel.
Cualquier aroma odorizante que disperse sobre el ambiente
de la habitación se torna vano...
Su Réplica—. Yo, el olor del que maldices, fui anterior
a cualquiera de tus cuitas sobre el particular.
Estuve toboganeando por cada uno de los poros
de mobiliarios y ropajes en unos tiempos
en que tu venida a mis dominios era pura entelequia.
Su Contrarréplica—. Es que ni siquiera este aroma
a mar que haría saltar hasta el pescado más reacio,
después de hacer sus delicias expresa su impotencia
ante tu pertinacia.
Tras el punto y aparte se extiende una pausa veraz
y lapidaria, tras la que miróme y agitóme sobremanera
la esencia que constituye este olor de entre mi almohada.
Es un olor a extranjero —decían las malas y xenofóbicas
lenguas— que viene de negra subsahariana, como toda
hija de padre, y madre de hija, y así hasta lo ancestral.
Es un olor de imposible sacarse de mi habitación.
Las lenguas que quieren que sea extanjero apuntan
a un ejemplar de recio aceite sobre el tibio color de la piel.
Cualquier suplatación odorizante, cualquier sucedáneo refulgente
que expiro sobre su atmósfera se torna lluvia de mayo, impotente
y corta a partes iguales.
Me doy ya por vencido, viértese ya hasta exudarse del formulante
guanosínico que tematiza cada célula del panal de mis entrañas.
Lo dejo estar, vencido... Es extraño, como yo lo soy.
- Autor: Albertín (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 30 de junio de 2020 a las 15:55
- Comentario del autor sobre el poema: Cuando el olor acostumbrado atraviesa la barrera hematoencefálica hasta hacerse imprescindible e inmune a cualquier tentativa extrañamente odorizante.
- Categoría: Cuento
- Lecturas: 48
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