Oscar Perdomo Marín
LA CASA
¿Quién se sienta a la mesa de ocho sillas?
Imagino a la nena de la casa,
el papá, la mamá, los invitados,
tal vez el cura que vino por el guiso
y echó las bendiciones
o el abuelo, la tía, los amigos:
la gente, en fin, la gente
que habitó en esta casa
y que se fue muriendo y se cambió de casa,
de país, de ciudad.
¡Ah, la casa vacía! La historia de un país.
¡Cada casa es la historia de un país!
¿Dónde la alegre cocina se apagó para siempre?
Las cacerolas ennegrecieron, huele a antiguo,
a desuso, a polvo, a polillas avaras de anaqueles
a termitas, a deshechos de tiempos
a profundidad dolorosa de orines viejos
a sudor de escorpiones, aliento de murciélagos.
El óxido del tiempo impone su presencia.
¿Qué de la risa de quienes se fueron?
Tal vez por este patio jugaron a escondidas
los muchachos. Quizá,
la fuente del jardín, cual celestina
guardó como un secreto, bajo la noche el beso,
el quejido de amantes primerizos o cómplices silencios.
¿Cómo arrancarle al mueble sus secretos
y que diga el sillón lo que sintió,
cuando escuchó de chismes y de intrigas
o la cama que cante las noches amorosas
que albergó y que revele, si acaso sucedió
un crimen a puñal a media noche?
¡Qué de trastos viejos!
Los dueños se marcharon
y se quedaron solos. Nadie se los llevó
cuando señores o sus herederos
después de tanto andar
llegaron a su hogar: el cementerio.
El silencio de la desmemoria,
lo que no vuelve:
aquello que queda y dejará de ser,
el paso implacable de los años,
la fetidez del exilio
el expropiado amor por el olvido
el polvo de lo que fue
para disloque de historiadores,
la casa, lo que quedó de ella:
un país que se muere,
la ruina y el silencio.
Derechos reservados
- Autor: oscar perdomo marin ( Offline)
- Publicado: 2 de julio de 2020 a las 18:00
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 49
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