Tenía 10 años y cuidaba con delicadeza a sus palomas, pero una aciaga tarde llegó un niño 2 años mayor que él y le retorció el cuello a uno de sus símbolos de la paz... en un principio pensó en echarse a llorar. También se le pasó por la cabeza contar hasta 10 antes de decirle: "Oye tío, te has pasado tres pueblos, yo estaba tan tranquilo dándole de comer a mi paloma favorita. Tenía muchas expectativas puestas en su vuelo y quería hacer de ella una mensajera de la concordia, y de pronto llegas y te arrogas el derecho a retorcerle así el pescuezo. No es justo". A pesar de su corta experiencia en la vida, ya sabía que el autocontrol y la diplomacia no servían de mucho en Brooklyn. Al ver a su paloma boca abajo, con las alas abiertas desparramada en el suelo y la cabeza vuelta con el pico apuntando a cielo, resistiéndose a besar la lona, su instinto más primigenio lo impulsó a negarse a verse convertido en un sparring de la vida. Por primera vez se vio contra las cuerdas y de un gancho puso al palomicida a contar estrellas. ¿Fue desproporcionada la reacción? No seré yo quien lo juzgue. ¿Habría sido distinta su vida sin aquel asalto inicial que lo marcó para los restos? Quizás sí o quizás no. En cualquier caso, dudo que su rival se acercase más a las palomas en lo sucesivo.
- Autor: Joseponce1978 (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 4 de julio de 2020 a las 17:32
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 27
- Usuarios favoritos de este poema: migreriana, Willie Moreno
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