Quedé contemplando largo rato las hojas que cubrían completamente la senda, estaba tapizada de tonos cafés, amarillos, dorados. Miré hacia todas partes, asegurándome que nadie me observaba, volteé rápidamente para apreciar la totalidad del parque al mismo tiempo. Giré mi cuerpo seguidamente, mis pies apoyados en un mismo punto, puse mis brazos perpendiculares a mi tronco, a manera de cruz, y giré, giré muchas veces con los ojos completamente abiertos mirándolo todo, disfrutando alegremente como un niño; el viento se encargaba de hacer su parte: volar las hojas cíclicamente a mi alrededor. Repentinamente perdí el equilibrio… caí al suelo, me había mareado; caí suavemente en las mullidas hojas sobre las que estaba, reí a carcajadas por este acto festivo. Quedé un instante tendido, gozando de aquella inusual escena. Me paré, sacudí las hojas que se habían adherido a mi ropa y comencé a caminar al interior del parque por su particular avenida. Mis pies eran amortiguados por el colchón natural, haciendo sonar gratamente las caducas hojas. Era un crujir fino y elegante que daba deseo de escuchar infinitamente.
- Autor: Edmundo Onofre ( Offline)
- Publicado: 9 de julio de 2020 a las 23:44
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 15
- Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez
Comentarios2
Excelente poema brillantes imágenes poéticas
PRECIOSA PROSA...
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