Atezado Destino
Capítulo I
El día del Develo
Entre el ruido de la silenciosa brisa
se vino el aroma de un recuerdo
de aquellos días, de días pasados
de los amores de amores, prohibidos, grandes amores.
Donde la sociedad cuestionaba
lo que hoy sigue siendo la misma cuestión
una historia entre muchas, como muchas otras
pero con un final distinto o más bien soñado.
Se corría el año de 1850 y algo… o menos
pero por ahí empezó la historia eterna
una mañana soleada pero algo fría del valle de Caracas
elevándose el sol desde el oriente
dando vida a toda aquella acuarela de verdes
que desde la cúspide del Ávila
daban el efecto de hacer de caer en cascada hasta su faldón
y junto a la húmeda brisa, aquel aroma de rocío mañanero
el olor de la tierra mojada, y el perfume de los botones de flor
que abren en la plaza y en la montaña.
Luis Manuel Indriago, hombre respetado entre los lugareños
de aquel pueblo preñado de esperanza
viene al centro caminando desde las empinadas calles de la Pastora
sin saber lo que aquella mañana el destino y sus enredos le deparaba.
Luis Manuel, maestro de muchos de los patiquines del pueblo
formado entre los cimientos de abuelos de recios caracteres
mezcla de dos costas distantes, el llano y la ciudad
abrió las puertas de aquel recinto que le llamaba salón
el cual que a la par de la entrada del sol
iban entrando sus alumnos y seguidores;
aquella mañana al degustar el café
en la escarapelada y golpeada taza de peltre
decorada con variados tonos de azules
casi invisibles por el desgaste
con una inhalación mas parecida a un suspiro
disfrutaba de aquel olor que emergía de la infusión
del molido grano arábica caribe
y las aguas del manantial de la montaña
procediendo a iniciar de forma puntual su clase “como siempre”
como muestra de la disciplinada formación
al estar en su pizarrón escribiendo su primera palabra
se hizo presente alguien, lo cual era imposible que ocurriera
a lo que solo dijo sin voltear ni titubeo
“sabe las normas, hasta mañana”
El ruido de la vieja y pesada silla de madera arrastrando por el suelo lo turbó
haciendo que volteara su mirada al horizonte de aquel recinto
de paredes blancas con grietas en su friso, puertas de madera y ventanas enormes
viendo a cada uno de sus alumnos, hasta llegar aquella figura delicada
en un puesto que rutinariamente estaba vacío
cabizbajo yacía una persona como escondiéndose
a lo cual Luis Manuel inmediatamente asintió con voz alta sosegada
“me podría indicar quien es usted y que hace aquí,
esta perturbando mi clase”.
El salón en silencio permanecía y entre el se hizo presente el canto de un gallo
que provenía de una bolsa que reposaba a los pies de este incognito personaje.
Las muecas y risas se apoderaron del salón e inevitablemente Luis Manuel trato de disimular el efecto en él, hablando de nuevo con voz firme.
Despacio, con timidez se fue levantando la cabeza de la mesa
y mostro aquellos enormes ojos negros de brillo de pureza
metidos en aquella piel morena a medida que se elevaba aquel rostro
se fueron separando los gruesos labios develando una sonrisa
que definía por mas querer ocultar, el bello rostro de una mujer.
Así fue el primer día, de aquellos días, de días pasados
de los amores de amores, prohibidos, grandes amores.
Jesús Pérez Rubí/Andariego
07/07/2020
- Autor: Andariego (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 19 de julio de 2020 a las 07:37
- Comentario del autor sobre el poema: Un proyecto que inicie, una de esas locas ocurrencias, tres historias, dos momentos en un tiempo. Aquí se amalgama Caracas, Venezuela, razas, cultura, historia. Historias de hoy y de aquellos días, de días pasados, de los amores de amores, prohibidos, grandes amores
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 55
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