Helena, la alcornoque, soberana del óxido, improvisa con un tenedor
remolinos aeronáuticos en su cabellera, arrastra –en exiguos plazos-
un balbuceo de cristal sin espinas.
Diríase –se peina- si el espectáculo de repentinos ataques, con los puños apretados
no partieran el caparazón del itinerario: greñas a lo manantial.
Callada, vacilante, suele regresar, escondiéndose en su Ego, a la torre de su
violín miope, o sea: su soledad; en donde con lágrimas a chaparrones, y caricias
de gelatina, juró vengar la muerte de su muñeca.
- Autor: Sixto Sanchez ( Offline)
- Publicado: 24 de julio de 2020 a las 02:06
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 45
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