No tengo donde ir.
¿Hacia dónde?
Tres montañas
Siempre dejo atrás.
Nacimiento, Adopción y Prohibido.
Por mí, ellas vibran.
Al final
todas quieren mi montaña.
¿Qué sentido tiene dejarlas atrás?
si se encuentran siempre delante.
Animal certero me espera allí,
Entero, en Adopción.
Cuando suplico refugio las 3 corren de desvelo.
¿De qué sirve acunarme?
Cuantas veces pensé descarrilar en el camino,
he de tratar convencerme
de dónde vengo,
Pero ni la tierra grana y sincera,
me da la dicha de sentirme
Parte de ella.
He de partirme mil veces,
para llegar a la quimera.
La montaña es la montaña.
Nacimiento
es donde coincide
mi primer suspiro,
mi primer abandono.
Cada vez que llego a ella
nace la espina del chañar en su fruto dulce,
antes del oleaje de las moscas.
Comienza la bruma en invierno.
Ni su imagen perfecta
Asemeja mi mirada.
La montaña es la montaña.
Prohibido es la sangre inerte
que alguna vez corrió mis venas,
es algo que esta,
lo que queda.
Su terreno está lleno
de algarrobos derribados.
Un volcán se encuentra en su cúspide.
Cuando vibra me entristece,
su rugido
me recuerda poco a poco
al sonido de una guitarra vieja.
Dos mil veces pensé que el camino era mi senda.
Cuando me alejo de alguna siento
que yo les pertenezco a ellas.
Encuentro placer en el movimiento,
En la inercia.
Ni la tierra extranjera,
grana y sincera,
me da la dicha de sentirme
parte de ella.
Es la más pequeña de todas,
a pocos kilómetros de llegar al pie
se pueden observar las zampas
sobresaliendo de los médanos.
Antes de sentir su compañía,
acomodo el palenque,
recuesto mi canto y la envuelvo.
Gato del pajonal siempre me ve disperso,
Entero, le llamo.
Cuando sus ojos no me miran,
Pronuncio las mismas preguntas.
Ni la zampa, el médano o su pelaje
Por cómoda que sea la arena,
Se reflejará en el cielo mi ausencia.
Se arremolina el terreno,
Entero se esconde
Adopción nunca me espera.
Moisés y su encuentro con Dios,
El rey David y el Monte Sion,
Olimpo y su mitología,
El taoísmo y sus cerros sagrados.
El hombre ha vislumbrado el contacto con Dios en la cima de estas convergencias.
Por eso me mantengo en sus faldas y laderas,
mi descaro es creerme su prisionero,
su violencia es esperar mi regreso.
El agua no existe en mi camino,
Ni siquiera la hierba.
Imagino extravío,
en mi semblanza.
Cuando viajo pienso en ellas,
en mis huellas.
Cuando se borren
¿se irá esta pena?
- Autor: Tomás (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 27 de julio de 2020 a las 02:13
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 29
- Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez, F-JAZ
Comentarios1
INTERESANTE PASAR A LEER.
SALUDOS , POETA
Muchas gracias por sus palabras Alicia, ¡Saludos!
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