Día 31 (Mañana)
Hoy me he escapado del encierro.
En realidad fue quería hacerlo,
quería caminar y estirar las piernas
sin darme cuenta.
Estaba calzado con las playeras
y sentía ganas de andar.
Las piernas, impacientes, precisaban estirarse
pero en "serio".
Entonces abrí la puerta.
Bajé las escaleras del jardín.
Me encontré en el camino
que conduce a la aldea
y empecé a caminar.
Me sentía como un niño pequeño
que da sus primeros pasos.
Mis manos abrazaron a mi cuerpo,
como si quisieran transmitirle el calor de la vida.
Cerré los ojos y comencé a dar unos pasos vacilantes.
Uno,
dos,
tres...
En un instante llegué a la orilla de la carretera.
No había circulación.
Nadie venía por ella.
Todo era silencio y soledad.
Solamente estaba yo,
como un espectador que rompía
aquel marco de cristal.
Me detuve y llené los pulmones con el aire
que me llegaba.
Era algo fresco,
algo que me llenaba el alma,
algo que calmaba mi sed
y deseos de libertad.
Con pena volví sobre mis pasos.
Los perros vecinos ladraban sin parar.
Siempre lo hicieron y más ahora,
que no pasa casi nadie.
Pensé en la vida y sonreí.
Seguro que un día, cuando sea,
la sonrisa volverá a nuestros labios
y hablaremos de este encierro,
de estas largas cadenas que nos aprietan y ahogan,
de este tiempo con el reloj del alma parado,
con esta sensación de amor congelado
en el corazón,
y con la voz y el grito
estrangulado en la garganta.
Rafael Sánchez Ortega ©
20/04/14
- Autor: Pyck05 ( Offline)
- Publicado: 2 de agosto de 2020 a las 05:19
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 58
- Usuarios favoritos de este poema: Alexandra L
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