Una madrugada fría y nublada
donde el horizonte infinito
no dejaba observar
por esa exuberante niebla
que se miraba por todos lados.
Caminaba, caminaba y caminaba
pensando que había más interesante
en ese utópico lugar
pero por desgracia no era
mi ingenua mente
que se encontraba loca y desquiciada
se estaba desesperando.
Gritaba una y otra vez
porque estaba atormentado y atontado
porque mis oblicuos ojos
eran unos cegados faros
que no podían observar
nada a mi alrededor.
Por fin de tanto sufrimiento
encontré un callejón oxidado
totalmente obscuro y sin vida
y allí ví una sombra fúnebre
que estaba sentada
en un butaco marrón claro;
tenía puesto una camisa azul cielo
con un pantalón de paño blanco.
Aquel ser se levantó del asiento
se me acercó lentamente tres pasos
y de lejos percibí un aroma a rosas muertas,
con un aliento frío y mentolado,
me dijo que avanzara cinco pasos adelante.
Ese espíritu extraño
caminó hacia mi lado,
con una voz baja y atemorizante
me dijo escalofriante;
tu alma inocente es mía,
yo temblando de miedo
corrí y corrí con mis fuerzas
para que no me atrapara.
Pero, después de que la taciturna aurora
incineraba con el temerario tiempo;
se pasará como si fuera un inhóspito segundo,
y un segundo como si fuera un suspiro,
me persiguió por donde yo estaba ubicado
corrí las montañas más grandes del mundo
y ni así pude persuadirlo
para que no me atrapara.
De ese elocuente espíritu
de las mangas salieron unos brazos
que eran tan fuertes como oro puro
que no dejaban a nadie
que hubiera atrapado.
Me atrapó y cada minuto que pasaba
cada vez más
me comía más el alma
con mi penúltimo suspiro
y mi último recurso
fue poner mi salvadora mano
en esa sombra misteriosa y opaca
que no tenía ojos, ni cuerpo,
pero tenía un fúrico instinto
de ver el mundo de otro modo.
Yo con esta particular mano
que le puse encima al rostro
áspero como una gran lija
que tenía ese espíritu,
y no sé ¿por qué?
me soltó impresionante y misteriosamente
luego me dijo: Tú, chiquitillo sé libre, ve y vive tu vida
mejora tus herrados errores
y ayuda a las demás personas.
Me dio la mano cordialmente
despidiéndose de una manera muy generosa y humilde
que nunca había visto antes
en esta melodramática vida,
y en la otra vida.
- Autor: Giorgio Mauro Magno Icardi ( Offline)
- Publicado: 3 de agosto de 2020 a las 14:22
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 48
- Usuarios favoritos de este poema: Vogelfrei
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.