**~Novela Corta - Una Vela en la Ciega Compañía - Parte I~**

Zoraya M. Rodríguez

Existía una vela en aquel sótano. Era una vela encendida y tan desolada como el trémulo de luz, que termina como la oscura ansiedad y con el estrés dentro del alma o del infierno que encendía como la luz en plena oscura soledad. Cielo, una joven hermosa como la luz del cielo, sólo sentía una oscura y mala sensación en el interior de ella. En aquel sótano, sólo había una vela y con ciega compañía. Y sin gente yá, y triste y desolada, se veía entre aquel sótano devastado y con un sólo desastre: el alma rota. Cielo, era una joven inteligente, pues, su sabiduría era el de entender lo que conlleva una intelegible mala situación. Cuando en el delirio o el frío de sus manos, se llenó de escalofríos, de álgido cielo como la lluvia que le perseguía. Si era Cielo, como el cielo mismo, o como el mismo hielo. Cuando un mal acecho le dió lo que nunca, un desastre y una mala hazaña, en creer lo que encrudece más, cuando quedó sola en un sótano, abatida y desolada como un mar abierto e incierto. Cuando en el infierno dió una luz tan terrible y de una sola vela, cuando en el trémulo de luz, se sintió tan suave como la oscura desolación y la sola soledad, que atravesaba la vida misma. Si Cielo, era el mismo cielo, como el viento que azotaba con el aire a su propio rostro. Cuando en lo más sencillo del corazón amó profundamente a un hombre. El hombre se llamó Frederich, un americano que llegó como turista a su país. Si era Cielo, una joven no culta, pero, muy inteligente en su esencia, se enamoró perdidamente de éste hombre. El hombre, llamado Frederich, le prometió amarla hasta el final de sus días, pero, pasó algo, que la dejó y se fue con un perro llamado Futy. El perro era un perro grande, el cuál, se dedicaba a enfrentar a la vida y salvar la vida misma. Y a él, le gustaba eso, eso de enfrentar la vida, y salvar la vida de gente en que se hallaban en vicisitudes o en problemas. Sólo el deseo, se enfrentó al mismo sol, cuando la lluvia opacaba al cielo mismo. Cuando en el cielo, Cielo, se llevó una buena sensación de creer en el mismo cielo, como a todo un sol, pero, no, se encontraba en un sótano oscuro desolado, y con una sola vela encendida y con una ciega compañía. Si se hallaba sola, tan sola como la lluvia misma, que azotaba como el viento en la ventana. Si se debió de entregar el sol en cada roce de la piel misma, pero, no, ella estaba en soledad y con una sensación de una ciega compañía. 

Frederich, sólo se fue. Se fue como el sol en el ocaso, como la lluvia con el sol, o como el mismo deseo en querer recordar el mal comienzo de una triste relación. Se fue por el mundo, a descifrar su cometido, a desafiar el delirio y tan frío como lo que se sentía en la misma piel. Cuando en el albergue de la fuerza, se debió de enfríar la triste debilidad en hacer su latir tan débil como dejar caer el mismo cielo hacia el mismo infierno. Si el destino fue derribar el frío camino que se avecinaba en dejar caer aquella imagen de su mal amor, pues, no, sólo se electrizó más su corazón. Cuando el destino ofreció como lo suave del ocaso y del frío inestable en la misma piel. Y Frederich se fue, la abandonó y todo por un perro. Si en el ocaso se perdió su manera de amar. Cuando en el sótano deliró tan delirante como el fuego en la fiebre que sólo sintió cuando él se fue. Si le había entregado inteligencia, amor y pasión, cosas que una mujer debe de guardar para siempre muy dentro de ella. Y era Cielo, la que en el cielo dejó huellas, como las de un paraíso lleno de problemas lleno como el mismo instante en que se debió de electrizar, el suburbio de lo inesperado. Y fue ella, Cielo, la que más sintió al encender la vela, cuando en el sótano se vió en plena oscuridad, cuando él la dejó sola, y en eterna soledad. Cuando en el alma se alteró indefinidamente, como lo real de la vida, como el sentir el frío en los ojos de ansiedad y de dolor y todo porque él se fue, se marchó lejos, como aquellas nubes en que sólo se acercaron a dejar una sola tempestad y con dolor fuerte. Una vela encendida en la ciega compañía, sólo le dejó una sola lluvia en que sólo se fue por el rumbo desértico, en el cual, sólo la dejó con una herida muy punzante, pero, en el alma. Si era Cielo, era como el mismo cielo, con nubes blancas, pero, que se convertían en grises cuando pensaba y recordaba en su amor que la dejó por un simple perro, y le dejaba el cielo en lluvia nada más. No soportó la espera de esperar por un reconocido tiempo, si sólo el tiempo, se dejó de ver y de sentir en el pasaje de ver la vida como un sólo tiempo, en que desnudó el sólo deseo en volver a amar, pero, no pudo más así. Si el tiempo, sólo desnudó el ocaso en la ansiedad de ver el sol, pero, no lo vió, sólo una vela en la ciega compañía, que no veían su interior, su nobleza de espíritu, ni su esencia ni su virtud de mujer dolida. Cuando la espera se tornó indispensable como el haber amado con el corazón entero. Cuando en el antónimo del amor, se volviera tan triste y desolado como al mismo tiempo en que caducó el mismo amor en el corazón. Si era Cielo, como el mismo cielo, tan bella como el mismo horizonte, como el mismo mar que le precedía, cuando se juntaban en el mismo lucero. Así era ella, y se llama Cielo, como un mismo cielo, en que advertía la silueta de una nubes tan blancas, pero, que eran lluvia como el mismo dolor que ella sentía, desde que Frederich se marchó lejos. Cuando al cumplir lejos un silencio, se enamoró de un hombre, el cuál, no era sustancialmente bueno, sino que se marchó lejos dejando solo el corazón y la dejó por un perro. 

Frederich, llegó una tarde al país de Cielo, cuando ella tenía acerca de veinte y cinco años de edad, cuando en su corazón sólo vió el reflejo de su rostro en su propio corazón. Cuando él, la enamoró sintiendo el amor en su corazón, como una dosis de pasión que llenaba más a su débil sensación. Cuando él, Frederich, le entregó una pasión, que todavía ella sentía en su propio corazón. Fue una tarde, cuando el caballero la invitó a salir si la encontró en la avenida más transitada por el turismo extranjero. La vió, trató de conocer aquello que se llama mujer, y sí, que la conoció, cuando el ritmo de su corazón parecía entrar en contacto con el de ella. Cuando en la avenida, se dió lo que más se alteró, una sola cosecha en saber que el destino se abría de tiempo y espacio, cuando en el amor se debió de alterar en demasiada cruel desavenencia entre ambos. Si cuando salió el sol, el sol se debió de entretener en dar la luz al mismo cielo, cuando en la alborada se debió de entregar lo cometido por el amor, por el amor tan verdadero y tan real. En que se debió de creer como al mismo tiempo, cuando él, Frederich, trató de enamorar a Cielo, y sí, que lo consiguió, pues, quiso ser entrega, amor, y pasión desnuda entregando el coraje de amar. Y Cielo, lo amó, pues, le ofreció amar hasta el final de sus días. Y sí, que lo amó, tan intensamente, como el haber sido intensamente enamorada como el mismo corazón, que le dejó una triste sensación de haber sido como el mismo desastre. Si Frederich, fue como su erudito, pues, le enseñó muchas formas de supervivencias autónomas, cómo sobrevivir en diferentes maneras en la mala intemperie. Y además, le entregó el deseo la pasión y el amor, pero, se fue lejos, se marchó lejos como una flor marchitó su amor, cuando su deseo fue de peor en peor, cuando se fue lejos dejando sola y en eterna soledad a Cielo. Si Cielo, era como una flor silvestre, como un lorito que hablaba mucho, y que pensaba mucho, pero, su corazón estaba callado y tan desolado como una calle sin gente. Cuando en el silencio, sólo fue como un letargo, tan adormecido como el mismo sueño de amor que vivió junto a Frederich, pero, se fue lejos, se marchó dejando un rastro de pasión ardiente en su corazón y una lucecita en su alma. Cuando en el crepúsculo se debió de atraer el nuevo sol, el que deleita una luz entre los ojos, llevando una buena sensación hacia el nuevo día. Y Frederich, lo sabía, que había una oscuridad entre aquellos ojos de amor y de pasión que ella le había entregado, pero, no eso no lo quería ella ni lo veía. Si era Cielo, la que era como el mismo cielo, pero, ella lo sentía, como tormenta y como una lluvia tempestuosa. La que en el cielo, se veía como una nube gris, en el cielo azul, pues, su manera de ver y de sentir, se perfiló el mismo desastre, de percibir el amor en el corazón, de igual forma fue que en la alborada se asomó el sol dando luz. Si llegó un momento en que Frederich la dejó y por un perro, el cual, es el mejor amigo del hombre, cuando se marchó lejos dejando a Cielo, triste y en eterna soledad. Descubriendo que el amor se debió a la entrega pasional, y a que el amor se dió en el mismo corazón entre ambos, o mejor, en el corazón de Cielo, porque Frederich aunque la amaba, la dejó por un simple perro.  Cuando en el aire sucumbió en un sólo trance y desnudo, cuando en la mañana se dió una luz, al cual , no era la belleza que sentía Cielo en su interior. Cuando en el desenlace se dió una separación de dos amores, de dos personas que se profesó amor y pasión por delante del funesto instante que se venía venir. Cuando en la mala situación, se dió lo peor en separar dos corazones, de haber entregado lo que conllevó un sólo amor en el mismo corazón, cuando él, Frederich, le entregó amor, pero, no fue suficiente en el corazón de él, el amor de Cielo. Cuando Cielo, era inexperta, y no poseía la experiencia vivida que tenía el caballero en pasadas relaciones. Cuando en la alborada se intensificó más y se dió el más tenue de los momentos, cuando en el ocaso se dió por una tarde, en la cual, se electrificó más la intensa lluvia dentro de su propio corazón. Cuando ocurrió el más intenso de los momentos, que se fue y lejos de Cielo. 

Cuando ella, se encerró en un sótano con una vela al trémulo de luz, esperando a que su amor regresara, el cuál, nunca regresó. Cuando en el silencio se vió la paz, que aún, no quería tener, sino que en aquel sótano, se vió la paz y se sintió el silencio frío e inerte, cuando ella, Cielo, encendió una vela, la cual, le dió luz, pero, su alma se apagaba más y más. Cuando en aquel sótano encerró vida y tormento, corazón y toda razón, cuando la locura llegó con la tortura en creer que su amor regresara, pero, no fue así. Cuando en el tiempo, sólo en el tiempo, se oscureció lo que más enfrío el desastre de creer en el combate de entregar toda la razón. Cuando en aquel sótano se enfrío un cruel desastre de no ver el cielo como una tormenta tan suspicaz como aquella lluvia en el mismo corazón. Cuando en la alborada se sintió lo peor, cuando en el silencio, automatizó la gran espera en volver a ver y a sentir a su amor en el corazón, pero, que aunque no fue así. Sólo se dió la manera en volver a presentir la misma fuerza contra aquella en el mismo corazón. Y se vió reflejado el mismo coraje, cuando en el suburbio de la manera más vil se vió atormentado el propio corazón. Cuando en aquel sótano se vió la vela con una ciega compañía, la cual, nunca existió, pues, ella, Cielo, se halla sola, tan sola entre aquel sótano en que se vió una vela encendida, pero, que apagaba la luz en el alma y en su propio corazón un sólo latir. Si en el sótano, se vió reflejada la triste conmiseración, pues, en el alma se vió un sólo mal deseo y fue el de apagar y no encender jamás esa vela, por donde la luz afloraba toda su luz, pero, quedó inerte, fría, y desolada, cuando en el juego del amor sólo se debió de advertir el fuego en la mirada como aquel fuego de aquella vela. Cuando ella, Cielo, enciende lo más oscuro del sótano aquella vela, la cuál, se le debía la luz la vida y más el tiempo, cuando corrió el tiempo entre el reloj y las horas más míseras y desoladas que ella, Cielo, pasó en aquel sótano. 

Yá, era tarde, Cielo, sale del sótano, pues, su enfermizo dolor, sólo se debió de recoger el sufrimiento, y el dolor frío. Y la tarde sólo le dió un álgido momento, un mal estrés, y un sueño incontrolado. Cuando se da el frío en la ansiosa ansiedad, de atraer el refrigerio al sótano, por donde se debió de querer alimentar el deseo y más al estómago frío. Salió y vió el sol, el brillo del mismo, en el mismo cielo azul, cuando ella, Cielo, salió y vió al sol propio en la misma ansiedad del cielo mismo. Cuando en el mismo sol, vió brillo y después un radiante misticismo de luz, cuando salió del aquel sótano, en el cual, se debió de entregar a la misma luz. Y no quiso más encerrarse en aquel sótano, pues, su manera de vivir, sólo le dió con saber del dolor a cuestas de la sola soledad y de un sólo tiempo en que el sol no se veía por el día, si ella estaba encerrada en ese sótano, en el que ella yá estaba más que acostumbrada. Si era Cielo, como el cielo de gris o de tormenta que se avecinaba, cuando ella se halló con dolor tan perenne como si fuera para siempre ese dolor. 

Frederich, su antiguo novio, el de siempre y su único amor, pues, sólo le dijo que la abandonaba por un perro, pero, ¿qué perro era ése?, que era tan fuerte más que el mismo amor que él y ella se tenían, se preguntaba ella, cuando también se dijo que quizás no era amor del verdadero, sino que era un amor tan pasajero como el mismo viento o como el cielo azul cuando se convertía en gris tormenta. Cuando en el sueño se dió como una cruel pesadilla, sí, cuando en el aire sólo sucumbió en un sólo trance, en advertir que el deseo se tornó en espera y en desolación inconclusa. Cuando no termina ni un sólo temor de la ansiedad de sentirse sola y de nunca volver amar así. Y fue el dolor o el sufrir de un sólo corazón, cuando en el alma se oscureció de temor y de terror, cuando Cielo quedó sola como todo cielo en el mismo cielo. Y entre aquel sótano una vela en la ciega compañía, pues, no quería a nadie allí con ella, estaba sola completamente sola. Como aquella vela en que se dió lo que enredó, una virtud, y una sola soledad, cuando en el instante en que se dió lo más pernicioso, cuando la encendió, otra vez, pues, sólo se dió una luz en sola compañía. Cuando en el momento, se fabricó la fantasía en el cordel de la razón, cuando pensó en Frederich. Y Frederich, con el perro, pues, su voluntad fue y será haber dejado a Cielo por un perro. Cuando en su corazón sólo quiso ser alguien y descubrió lo que más quiso en el cielo, ser un ave capaz de volar, y, ¿lo intentó, Cielo?, pues, sí, imaginó que se hallaba en un gran cielo, pues, el cielo, sólo en el cielo se identificó, si fue como fraguar e imaginar lo que más quiso el destino y más ella.  



Continuará……………………………………………………………………………………

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 12 de agosto de 2020 a las 00:02
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 32
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