**~Novela Corta - Una Vela en la Ciega Compañía - Parte III~**

Zoraya M. Rodríguez

A Cielo, le llega una carta, no es factura ni nada de eso, sino que no complica la mala racha y la mala situación de que ella vivía allí en aquel sótano. Cuando en el albergue de su corazón esperaba con ansias esa carta, pues sí, la esperaba, era de Frederich. La carta con papel un poco arrugado y un poco viejito, la cual, decía así:



                 Hola Cielo:



                 La presente epístola es para notificar que me voy del país, por un caso ajeno a mi voluntad, me voy con Futy, porque será para un entrenamiento interno para Futy, sólo recuerda que te amo aunque tú no lo creas, sabes que viviré hasta el final de mis días amándote a tí. Cuídate y cuida del sótano es lo único que tienes para vivir para cuando pase lo que esperamos. Yo estaré pendiente a tí…



                Te Amo Cielo

 

“El cielo es el límite para poder amar, 

sólo recuerda que lo miro y te veo a tí mi Cielo”.



Esa fue la carta, la misiva, para Cielo, cielo como el azul del cielo. La tomó entre sus manos, la pudo leer tristemente porque le salió una lágrima de dolor y de pena al saber que su amor como lo conoció ahora se marchaba, la guardó entre sus pertenencias en el sótano. Y se dijo que más nunca alguien la dejaría y menos por un perro, y menos un americano que sabía mejor el español que hasta ella misma. Si cuando ella esperaba la tormenta que iba a venir sin aviso, ni una intuición en premonición. Era un tornado lo que ella sabía que habría de venir. Y ella en el sótano esperando lo acontecido, con una vela encendida y con la ciega compañía, con la cual, ella no veía, pero, que conversaba con ella. Pensaba ella, mientras se asomaba por la ventana a observar el sol, el nuevo brillo de cada día, y el nuevo fulgor en la mañana. Y ella, pudo saber que el sol llegaba a florecer en el cielo, como ella misma se llamaba Cielo, oh, sí, era como el mismo cielo. Cuando en el sótano se hallaba sola, desesperada, y esa carta le alentó por la tristeza que estaba viviendo sola, desesperada, y con frío denso, tenue, y opaco, como que la vela encendida, prendida e inerte, con una llama triste, pero, con una fuerza en voluntad en hacer ver su rica y fortaleciente luz. Cielo, sólo miraba por la ventana, miraba por la ventana a ver el sol, en un santiamén, en un reflejo por donde se pasea el más vil de los instantes en que sólo el sol se reflejó en sus ojos de luz y por un sol tan resplandeciente que sólo le dió calor y luz. Si en aquel sótano Cielo, sola y devastada, pensando sólo en el principio de haber caído en un torrente de aguaceros y de lluvia fuerte como el del alma sin luz, sólo entre aquella luz, en que despierta como un dolor incongruente, el de la vela con la ciega compañía. Cuando ella, Cielo, leyó la carta sólo recordó algo, que tenía que esperar como un novio en el altar. Cuando en el reflejo se vió un sol nuevo, como callar en el alma la luz, sino se pudo más que ver el mismo sol por esa ventana. Cuando por error se dió la forma más imprudente de sostener el alma devastada y devorada por esa triste soledad y sin Frederich. Cielo sólo recordó, la frase que le dijo en la carta Frederich que, “El cielo es el límite para poder amar,

sólo recuerda que lo miro y te veo a tí mi Cielo”. Y Cielo miró al cielo, cuando su alma entristeció cuando tocó y palpó el silencio como un silencio devastador y tan aterrador como estar encerrada en aquel sótano y sin poder escapar. Cuando en aquel sótano entristeció a la luz de la vela con la ciega compañía. Sí, era ella, Cielo, la del mismo cielo, la que atrae y distrae una osadía que por el día sólo esperaba a la noche fría, densa y apaciguada. Cuando en el aire sólo sintió lo que presintió una piel desnuda y tan fría como el mismo aire. Cuando en el deseo se electrizó un combate en ir y venir, suavemente por alimentar su cuerpo, pero, ella Cielo prefería estar encerrada y atrapada y tan atada como el funesto instante. En que se debió de entretejer la mala situación cuando ella, Cielo, sólo vió el cielo de azul y no de gris tormenta cuando salió de ese cruel sótano. Cuando la noche sólo llegó como lega un frío en la misma piel. Si en la triste noche un sólo desafío, un sólo nefasto del tiempo, y tan inepto como el candor de una sola virtud. Era ella, Cielo, si en el cielo sólo se debatía un sol, una espera y un instinto desolado, inerte y tan delirante como el frío o la fiebre en la misma piel. Si se sentía como la noche o como el frío invierno en que sólo se sentía lo distante en la suave ternura de Cielo en su propia piel. Y vió a las estrellas en el cielo azul y no de gris tormenta, cuando sólo se vió el capricho en volver a sentir lo que encrudece más y más. Cuando en el deseo inepto se dió lo que en realidad se dió en el alma de Cielo, un cielo como el de nubes blancas y con un sol tan inmenso como los mismos rayos del sol. Cuando en el alma se debatió una seria ambición en avidez autónoma en crear lo que conlleva una distracción tan aciago el universo o el mundo atrayente de suspiros y anhelos consecuentes. Cuando en el aire se dió la más alta y la más alma unificante entre el deseo y el frío y el calor inerte por ese sol en el mismo cielo, el de Cielo. Cuando en el viento se electrizó un fuerte delirio en saber que el frío se siente como la misma fuerza en voluntad, en saber que el destino es tan real como la vida misma. Y Cielo, si era como el mismo cielo, el que involuntariamente se dedicó en ser como el mismo color o como la misma sensación en caer al precipicio y al vacío inerte e inconscientemente delirante. Cuando en el camino se dió una incógnita por descubrir, por fraguar un sólo pensamiento, y saber que el destino es saber que el comienzo es tan principiante como el mismo amor y la misma pasión que dió su eterno amor en haberse amado, pero, Frederich se fue y con perro, llamado Futy. Cuando en el mismo unísono se dió el amor y la pasión en el mismo instante cuando Frederich se fue y se marchó tan lejos con el perro llamado Futy. Cuando en el momento se debió de creer en el mismo levante del desierto mágico de su pensar, y de su propia imaginación. Cuando cayó como reo, sí, presa de la soledad y del instinto en que cada cual, pintaba un corazón en la misma piel. Cuando en la amarga y áspera desolación se dió lo que más abrió el coraje en amar un corazón con latidos fuertes. Cuando en el deseo se dió lo más conveniente en haber amado a un sólo hombre, en el cual, se dió como promesa en volver, aunque ella sabía porqué se iba lejos y con un perro. Cuando le dijo que la amaría hasta el final de sus días. Cuando Frederich, se debió de entregar fríamente a la relación entre ambos, pero, ocurrió algo, que un perro le había ganado a Cielo y era y fue Futy. 



Continuará……………………………………………………………………………………..                       

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 14 de agosto de 2020 a las 00:03
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 7
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