**~Novela Corta - Un Disparo en la Noche - Parte I~**

Zoraya M. Rodríguez

Cleo era un joven que estaba enloquecido por una muchacha de la hacienda del café, llamada Manuela. Cleo, loco por ella, por su belleza, y por la arrogancia, y por la soberbia que de ella emana, Cleo la perseguía, pero, ella no le hacía caso si era más que un peón de la hacienda del café. Cleo la amaba y se decía para sí, -“esa mujer vá a ser mía”-. Era una frase media loca, pero, que podría ser tan verdadera como lo imposible. Cleo, la quería, la amaba para bien, pero, sus desprecios de niña rica hacia el pobre peón no fue lo mejor ni lo más correcto entre Manuela  y Cleo. Y Cleo, más le tenía ganas de poner en su lugar, pero, él se aguanta por el respeto, nada más, se decía él. Cleo, buen muchacho, honesto y muy responsable, se debatía entre lo absurdo y lo irreal, entre el amor y el desprecio de la niña Manuela. Él, la quería a la buena, él sólo quería el bien para ella, pero, ella, sólo quería salir a fiestar con sus amigas y hasta al punto de hacer cosas locas por ello. Hombre, al fin y al cabo, sólo se debió de creer en el amor verdadero que le quería dar a Manuela, sin saber que sí, era un buen muchacho, un ser extraordinario capaz de amar con respeto a una mujer, pero, ella Manuela, sólo lo veía como nada más y como nada menos que un peón en la hacienda del cafetal. Y era Cleo, un joven educado, sin casi tiempo en una escuela de la montaña, cuando en el aire fue su mayor aliado, porque el viento significa movimiento, arrasar con viento a toda una piel, y que decide navegar con traslación a toda una vida. Cuando tuvo el coraje de amar a Manuela, se le fue y por siempre el tren de la vida misma. Cuando en el instinto y la virilidad del hombre, fue siempre la fuerza en fuerza extrema en que sólo el cielo fue testigo como aquel sol, en que él carga una recolecta de café en la hacienda y Manuela  en vez de apoyar al peón de la hacienda de su padre, no lo hizo, sino que con más pudor que nunca, sólo le advierte que nunca, nunca una mujer como ella se fijaría en tal cosa, refiriéndose a él, al peón de la hacienda de café. Manuela, frívola, tenaz, audaz y astuta, y tan friolera como el mismo hielo que a veces quema, sólo se le advirtió eso y más, y que sólo ella, podía hacer tal cosa, pues, su carácter la llevó lejos de la honestidad, del pudor, del respeto hacia ése peón, o sea, hacia Cleo. Cuando Cleo, arranca con todo su poder y más con su fuerza a laborar para esa hacienda de café, en la cual, tenía y poseía a la mujer que él amaba realmente a Manuela. Y Manuela, linda y colinda la manera de odiar al peón por su pobreza, pero, en realidad era un sólo juego en que la forma de tratar al peón era su juego. Un juego que le salió caro y devastador para la mujer, al aferrarse a un juego tan sucio y tan débil por tratar a un hombre con desprecios, con frívolo sentido, y a sangre fría. Cuando en el juego, se advirtió que la razón, se convirtió en una sola locura, de envenenar lo peor, al alma pura, inocente, buena y respetuosa, como el saber que el delirio entra como el mismo frío en la misma piel. Cuando en el insignificante momento él, se jura que nadie, ni por más rica que sea lo iba a hacer sentir de esa cruel manera de solventar un desprecio tan vil como aquel, al acecho de proseguir un disturbio en su sentir y más en su corazón. Cuando en el sentir del deseo, se convirtió en un mal, pero, en un mal e infundado tiempo. Cuando en el instante se vió como el de los peores, al rechazar con vil desprecios al peón de la hacienda del cafetal. Cuando en la hacienda se debió de creer que perdían más granos de café del que se recolecta, y sí, tomaron medidas drásticas, cuando en el principio, el capataz se lo ordena a Cleo. Y Manuela, le dió más coraje porque lo colocó en un mal puesto para ella, ya no lo veía más seguido en la hacienda. Cuando en el delirio se dió lo que más pasó, un desprecio adherido a sus espaldas, y a su forma de despreciar así, a los pobres trabajadores, por la niña rica de la hacienda del cafetal de su padre. Cuando en el combate de ver y de creer en el destino, se debió de presentir un suave y delicado momento, en que se despreció al hombre valeroso, real, y con fuerza de poder mar a una mujer de esa envergadura. Cuando en el combate de ir y de venir sólo se dió la forma más vil de perseguir aquello que era prohibido, lo persigue, lo embosca, lo acorrala, y lo desnuda con los ojos, pues, la muchacha se las traía. Él, en su puesto, pues, en la forma de atraer al hombre, lo animó a hacer cosas que quizás algún día, se arrepentiría de tal forma, en que sus actos se debían de saber que era imperfectos y condenatorios de una razón y de un alma devastada por ese mal acto en que ella le hacía cometer a Cleo. Cuando tuvo la manera más vil de acariciar el amor con desprecios perennes de enfrentar al hombre fuerte y ése era Cleo. Cleo, callado, borrado de la vida, y tan frío como el mismo hielo, se dió en el aire una cachetada en el aire más frío y más gélido que el propio viento. Cuando en el instante se tornó desesperadamente intruso y más despectivo que antes. La muchacha seguía atosigando al muchacho, a Cleo, y le dijo hasta el mal vivir que iba a vivir, pues, su redención iba más allá de saber que estaba caprichosamente tan metida con él, que le hacía la vida imposible. Y Cleo, le gustaba, mientras más le hacía la vida imposible, le encantaba más y más, pues, estaba totalmente enamorado de Manuela. Era esbelta, alta y tenía ojos azules y cabellos rizados de color rubio, dorados como el sol mismo, era hermosa la muchacha. Cuando de repente se dió la fuerza en hacer creer que ella también estaba enamorada de Cleo. Cuando la decepción fue y será, la impaciente paciencia que le tenía el amor Cleo a Manuela. Cleo, un hombre corpulento, recio y tosco, sólo quiso del amor de ella, de Manuela, pero, fue en vano todo lo que pudo hacer para ganarse el amor y la pasión de ella. Vivió un mal trance, y una depresión que le llevó a beber, y ser ebrio por las noches. Una noche en el camino, sólo se vió el coraje de poder vivir sin ella, sin la muchacha de ojos azules y de cabellos dorados como el sol. Sólo él, Cleo, sabía como manipular la situación, pues, quedaba callado, mientras que ella, Manuela  se burlaba de él. Y Cleo, sabía el juego prominente de ella, pues, le conocía el ímpetu, el coraje que le enfadaba, y de qué le gustaba reírse de él. Y Manuela, enamorada sin darse cuenta de ello, pero, a pesar de todo, presentía un amor como el de nadie. Cuando en el tiempo sólo halló lo que nunca, un mal juego, como aquellas cartas del azahar en que la vida seleccionó lo peor en escoger entre el verdadero amor de Cleo. Y ella era tan impetuosa y tan fastuosa como la misma frivolidad. Cuando ella era como el mismo viento, tan suspicaz, y tan audaz con el amor y la pasión, en que ella le ofrece más y más a Cleo, en su afán de verlo caer rendido ante ella o como el mismo cielo tan inalcanzable o como el mismo corazón. Cuando se vió en el aire soplar el viento y aflorar lo que conlleva una sustracción tan indeleble. Cuando Manuela  se vió tan terriblemente mala con Cleo, con la pobreza y con lo poco que él tenía que era su amor y su corazón y por supuesto su fuerza tan arrasadora. Cuando el juego se les fue de las manos. Cuando a Cleo, se le fue la esperanza de tener el amor de Manuela, cuando en la alborada se dió lo que más quiso el padre de Manuela, que no estuvieran más juntos. Cuando en el albergue de su corazón fue lo que más quiso en creer que su destino era como el saber de un mal comienzo. Cuando en el amor se tenía entre lo valiente de poder amar, cuando creció el delirio de querer entregar lo que corre en el tiempo. Cuando en el alma creció un devastador delirio cuando en el alma se dió un amor fugaz como el tiempo o como el viento. Y era Cleo, el que quería amar con todas sus fuerzas a Manuela, pero, sólo quedó un ocaso en la noche oscura contemplando el delirio del frío de una sola noche. Cuando en el tiempo, sólo corrió como lo más profundo, de un por qué y de un sólo siniestro, procurando lo que conlleva, cuando en el fuego se dió la más triste llama correr por los propios ojos llenos de amargura y de una gran tortura. Cuando en el tiempo veloz como el viento, corrió a ser lo que más fue un desenfreno opaco, o como el refugio de un viento que soslayó en el fuego devorador de un sólo corazón, cuando en el desenlace fue la gran fuerza de un sentido. Figurando lo que fungió como el triste anhelo de perder lo que más él quería, que era el amor en su propio corazón. Cuando en el ocaso se dió lo más terrible de una manera increíble de ver y de sentir la noche oscura. Cuando en el interior de su mundo y del ocaso, se enfrío el oscuro porvenir, de no ver y no de sentir la mañana llena del amor de Manuela. Cuando en la alborada se dió lo que más se dió en hálito impetuoso. Como el llevar el delirio de amar lo que más creció en el alma, como en el alma una sola soledad. Cuando comenzó a deliberar lo que más encrudece en la forma de ver el delirio, en poder creer que en la mañana sintió el frío en la misma piel. Sólo sintió lo suave del camino, el amor en el corazón, y el reflejo en el mismo espejo, donde se dió lo que más figuró el alma, cuando creció un cometa de luz en la misma mente, sólo pensando en ella, en Manuela. Cuando en el delirio frío, se debió automatizar la espera, en esperar lo que acontece. Cuando a Cleo, sólo se debió creer en los recelos de percibir en el alma, un sentir funesto y tan aciago como la misma lluvia. Cuando en el comienzo se dió lo más terrible de un sólo mal comienzo, un amor como el de Cleo y el de Manuela. Cuando hasta en el destierro de la manera más vil, se dió lo que cosechó el alma, un amor tan fugaz como aquel tiempo. Y se hallaban en la hacienda del café, del cafetal más rico del mundo, el de los granos de café, más recolectados en la hacienda del café. Cuando en la mañana se dió lo más pernicioso de un sólo porqué, cuando en el aire se dió la más inmensa penuria. Y a Cleo se le advirtió de que esa muchacha no podía ser para él. Descartando el deseo de haber vivido solo y sin amor, se debió de atraer lo que conlleva una sola distracción y era ella, a Manuela. 

 

Cuando en la mañana ardió de temor consiguiente cuando en la alborada se enciende de soles nuevos y de brillantes rayos de un sol siniestro. Cuando Cleo piensa en ella Manuela, en la muchacha de la hacienda del cafetal cuando Cleo está rendido ante ella y más quiere a su amor para él, aunque lo trate como lo trate. Ella, Manuela no sabe que juega con fuego y que arde yá en la fogata por jugar con el amor de un buen hombre, como Cleo. Cuando en el alma se debatió entre la luz y la oscuridad que le daba sus propios ojos. Cuando en el alma se hechizó de un nuevo amor, de una pasión clandestina, y de un amor tan imposible como lo pernicioso del propio destino y el camino yá era tan angosto como tan pedregoso, pero, a él, a Cleo, no le importaba nada. Si Manuela, era su amor y más su dulce pasión como la misma miel. Cuando en el ocaso se le advirtió, que después del ocaso llega la noche fría, pero, él decía, que en la noche también se podía amar y más se podía hacer dormir entre sus brazos a esa mujer tan imponente, caprichosa, prepotente y más tan arrogante. Cuando en el aire se llenó de su aroma, del perfume de su cuerpo y más la amaba y más la recuerda. Cuando erróneamente sólo le daba una punzada en su pobre corazón y sólo lo presentía él. Como preámbulo de un desconcierto, de un fabuloso, pero, impetuoso momento entre su alma y su corazón. Cuando Cleo se enamoró sí, de Manuela, y la quería hacer de él, sólo tenía que manejar a ese corazón tan duro y tan caprichoso que sólo era un siniestro mal percance. Cuando en el instante se debió de creer en el mal capricho que tenía que hacer Manuela a Cleo. No se debió de percibir el instante en que Cleo le entró unos celos incontrolables desde que Manuela le coqueteaba a todos por la hacienda del cafetal. Entre el pueblo y la ciudad se comentaba de todo, pues, en el embarque del tiempo y de las horas inertes en que la muchacha pasaba más tiempo coqueteando caprichosamente cuando Cleo debió de ser el enamorado más pasional que tendría la muchacha. Mientras, que el ocaso se veía venir, cuando en el ambiente se dió lo que más en el fuego devorador en el corazón solo, inerte e inmóvil como en el ocaso, en que se advertía una forma de atraer el corazón con latidos fuertes como en el mismo instante en que más amaba Cleo a Manuela. Cuando en el hogar de la hacienda del cafetal, sólo se dió una sola forma de ver a los granos de café, en la recolecta de la vendimia, a su amor y a su pasión eterna. Cuando sólo se identificó la forma de ver el cielo como la meta más atrayente de atraer en el combate y en la fuerza de ver el fuego en la mirada. Cuando en el aire se debió de sentir y de presentir, lo que además de vivir y dejar de respirar el aire, sólo se llenó de ira insolvente y de mala procedencia cuando se dió lo que más, al final, un mal amor. Cuando en el ir y venir de un sólo anhelo se dió lo que más un amor pasajero, pero, tan real como tan verdadero y con una sola certeza. Cuando en el impetuoso viento sólo se debió de sentir y descifrar un sólo dilema, de que si Manuela le corresponde o le diría que no y para siempre. Cuando en la alborada se percibió el impetuoso hálito en demostrar un sólo álgido cielo en los labios arrogantes de coqueteo. Cuando al final se dió una desventura con un triste infortunio. Cuando en el ocaso se diera como un principio y no como un triste final. Cuando Cleo, vió lo más arrogante de un camino y de un sólo destino, una violación a Manuela. Cuando sola como el llanto, o como la misma soledad, y se vivió clandestinamente, cuando en el albergue del coraje del corazón, se mancilló como se mancilla el honor y el corazón con virtud. Sola caminó por la hacienda del cafetal, sola y con un ímpetu desolado, que cruzó por el tiempo, y más por el camino solo y ambigüo, con tanta continuidad y con tanta fragilidad en el alma. Cuando en el ambiente se fijó un corazón temblando de horror y de terror en el camino angosto y pedregoso. Y sí, era Cleo, el peón  de la hacienda del cafetal, el que como una espada filosa y tan punzante y letal y tan mortal, incurrió en el camino desolado, por donde paseaba Manuela en soledad y tan sola como la rosa se tiende en el jardín. Cuando su virtud de mujer yacía en el suelo por donde la dejó mancillada e inerte e inmóvil como un dolor tan fuerte en el alma. Desatando coraje y una sangre en plétora abundante desde que ése hombre la hizo mujer, como cuando llega la menarquia en la vida de una mujer. Cuando en el sueño sólo dejó un arcoiris sin sol ni lluvia. Como cuando en aquel ocaso de aquella tarde se veía venir yá la noche tan fría como el desierto solo y en fría desolación. Cuando en el destino se vió como un frío derroche y un mal herido camino cuando ella, Manuela, se vió que yacía casi moribunda en el suelo y él Cleo encima de su cuerpo herido y maltrecho por una triste y devastada violación. Manuela viste su cuerpo de tiempo, de ira y de soberbia tan real como lo ocurrido y lo yá sucedido. Cuando en el tiempo, sólo derribó una mala suerte en hacer caer el amor en camisas de dolores y en el alma llena de temores por haber provocado a un hombre con su coqueteo de mujer altanera y soberbia. Tan arrogante fue el destino y el pasado entre ellos, que ella, Manuela, obtiene el precio de lo yá sucedido. Cuando en el delirio se identificó la cobarde acción y el mal acto de Cleo con la arrogancia y la mala actitud de Manuela. 

 

Si en esa misma noche, Cleo, embarca en el río como un náufrago herido y sin Dios hacia la otra costa, al otro lado del río. Cleo era un náufrago que huyó por el río, lo iban a matar, por haber violado a Manuela, la hija del hacendado de café que colinda lejos detrás del río con la hacienda de azúcar. Y navega por el río, desatando una furia total, y un altercado moribundo, de caer en el cruel destino, en que Manuela sobrevive a esa terrible violación. Cuando en el desenlace de atraer el camino cruel, se siente como se siente un pasaje sin regreso y un boleto sin vuelta alguna desde su propio destino. Cuando una tarde llega Cleo, al río, donde colinda con la hacienda de azúcar. Conoce a Margarita, la que lava la ropa en el río y que era la sirvienta en la hacienda de azúcar que colinda en adyacente detrás del río con la hacienda de café. Cuando la muchacha le sonrió y le habló al recién llegado del río. Le dijo su nombre y más que era una muchacha muy bonita y muy buena. Ella, Margarita lo lleva a la hacienda de azúcar, y le ofrece asilo, comida y bienestar. Cleo, se siente en mal estado de salud. Cuando en el delirio se cuece en el frío nefasto de atraer el mal sereno a a su vida y a su mala salud. Y quedó atrás la arrogancia, la soberbia, y la mala actitud de Manuela, para con él, Cleo. Y Cleo, se siente desolado, inerte, frío e inmóvil en el tiempo. Yace desnudo de ansiedad y de delirios consiguientes, de un sólo desafío, cuando corre en ser como las horas tan inertes cuando ocurrió lo yá sucedido con Manuela. Cuando en el desenlace se terminó con el rencor y el tiempo en horas inertes cuando en el odio no se dió como era la arrogancia de Manuela para con Cleo.   

 

Continuará………………………………………………………………………          

       

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 21 de agosto de 2020 a las 00:03
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 32
Llevate gratis una Antología Poética ↓

Recibe el ebook en segundos 50 poemas de 50 poetas distintos




Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.