La barca y su barquero

jorge enrique mantilla

La barca y su barquero

Atravesaba la charca, la barca conducida por su barquero

Del riachuelo, que emanaba sus aguas a la vereda campesina por un vertedero

Iba a recoger a sus labores, sus amigos alegres de pasajeros

En el puerto, amarró de un lazo a la estaca, junto a su sombrero

 

Debajo de un frondoso árbol, espero sentado, no sé cuántas horas a sus clientes

Se quedó dormido un largo tiempo, el barquero de aire fresco de sus corrientes

Despertó asustado, vociferando la tardanza de los campesinos ausentes

Dejó allí su barca y se dirigió al caserío, insultando entre sus dientes

 

Atravesó la calle real, solitaria de espantos y aullidos fantasmales

Buscó a sus clientes y llegó hasta el fontanero, de los tejados y los umbrales

Subió las escaleras del atrio, buscando respuesta a los sonidos lúgubres musicales

Las puertas del caserío estaban cerradas con candados y sus ventanales

Uno que otro perro aullaba, alaridos de miedos de ecos infernales

 

A lo lejos se divisaba la humareda, de la cocinanza de barro en la ladrillera

Se dirigió hacía el horno por un camino empinado y polvoriento

Y allí encontró encima de una carretilla al fontanero fornido, dormido y sin movimiento

El barquero lo fue a despertar y escuchó un atroz grito, ¡no lo toques!, si no tiene conocimiento!

Le preguntó al hornero, que era lo que sucedía a las personas del caserío, al fontanero sin quejidos de sufrimiento

En otro carruaje, apareció tirado el sepulturero, retirado del cementerio y su camposanto

 

El hornero sacó del horno una varilla con gancho, de fuego al rojo vivo

Y enganchó por el cuello al fontanero y lo lanzó a las llamas en forma repulsiva

Con su gancho ardiente, se lo incrustó al sepulturero y los dos ardieron en forma primitiva

El barquero quedó paralizado y mudo, de aquello que estaba presenciando, nunca visto sin calificativo alguno

 

Salió corriendo por la calle real, hacía el puerto sudoroso y meditabundo

Detrás venía el hornero persiguiéndolo, ya apestaba de olores nauseabundo

Saltó a la barca, presuroso, pero el hornero con su gancho le atravesó las mejillas, de sangrado a borbotones profundos

Lo jaló de la barca hacía el tablado, pero ya agonizaba de los estertores moribundo

Le prendió fuego a la barca, a la estaca y a su sombrero, como todo un criminal furibundo

Arrastró al barquero por el camino y lo lanzó a las llamas del horno y ardió como todo un inocente vagabundo

La pandemia arrasó con el caserío, con los campesinos, con el sepulturero, con el fontanero y con el barquero, sin virus de alaridos profundos

Y allí sentado en la carretilla, quedó el hornero, esperando contaminados de miedos profundos

“Joreman” Jorge Enrique Mantilla – Bucaramanga mayo 23-2020

 

 

  • Autor: Joreman (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 1 de septiembre de 2020 a las 11:31
  • Categoría: Fantástico
  • Lecturas: 15
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