Una tarde gris,
te sentí llegar,
suspirando infeliz,
cuál ave sin hogar.
Tu sonrisa marchita,
bosquejo de amargura,
tu alma triste, contrita,
pero llena de ternura.
Había en tu mirar,
una lágrima sin salir,
un puchero sin sollozar
y un suspiro sin porvenir.
Más en medio de ese gris,
de esa tarde plomiza,
fui sumamente feliz,
aún sin ver tu sonrisa.
Y cobijada en mi abrazo,
te besé con dulzura
y nos sorprendió el Ocaso,
muriendo en su altura.
Desde ese entonces,
adoro tus grises,
porque en ellos escondes,
tus tiempos felices.
Y amo también tus tardes,
abrumadas o soleadas,
porque una tarde llegabas,
sin condición a quedarte.
Autor: Víctor A. Arana
(VÍCTOR SANTA ROSA)
Noviembre 6 del 2016.
- Autor: VICTOR SANTA ROSA ( Offline)
- Publicado: 10 de septiembre de 2020 a las 04:36
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 23
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