Vigilia

Klore

Dormí en la ladera

bajo la encina de escupitajos y huesos,

rodeado de fosos de piel y escamas

y cubierto de hojas de aluminio agujereadas

que solo cubrían el pecho

y mi sien derecha, rozando la mandíbula.

 

Y las últimas palabras fueron:

“cuando despiertes evita el desierto,

el mordisco del sol envenenado,

y esa imagen que rebota hacia sí misma

con la fuerza de una explosión en retroceso”.

 

Desperté tras años de silencio,

recordando esas palabras y la voz

atenuada, surgida de un bolsillo de recuerdos.

Desperté fuera y dentro del desierto,

sin señales de ida y vuelta,

con el sol a mis espaldas

y la luna en su reverso.

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