Después de decirle que era un maldito usurero capitalista, parásito de la sociedad, vulgar oportunista, con los síntomas de Procusto, ofendido de tal manera que su gran estupidez fue clausurar la ventana visual de las notificaciones, sorprendido por mis notas periodísticas -sin que tenga que hacer fila en las quincenas presidenciales- con esa correa donde resalta su linaje de digna estampilla de perro amaestrado por la política. Por más que quiera liberarse de la estructura afónica de pajarraco analfabeto, sin ofender al Papan -insigne animal oriundo de estas regiones de tierra y polvo con sus rituales milenarios haciendo eco en los ríos y entre los caminos rurales que van a dar al Tajin- su gran elocuencia es recitar como hacen las moscas verdes en el excremento aunque se sienta favorecida la amiba, no contradecirse con la lengua y la literatura mezcla de asociaciones arbitrarias en las que edifica historietas para el buen humor de lacayos y lameculos con el logotipo que redondea su innumerable acta registrada con la cursilería del buen pastor del mercado de tangas literarias.
Le llamé Procusto, rey del vecindario para las tiendas de campaña de cortesía social; viejo mendigo que sabe pastorear asociaciones sentado con su buen humor de llamarle patria a mi pueblo para esconder su historia ridícula en un montículo subterráneo: loable reputación con la que se gana el cerco de América afirmando sus ideas para un partido presidencial y todo lo sagrado de la mierda con que se abona a estas tierras, en esta tierra desnuda donde se fuma tabaco, todavía existe una rendición de culto de esta ciudad antigua: la fibra fresca, ancestral de la vainilla, cálida como el agua de manantial de una finca donde no se olvida el pasado ni sus largas distancias a caballo, no se olvida a las mulas de carga amarradas en los establos, no se olvida de aquellos que hicieron dinero y hoy se sostienen con un buen abolengo a costa de asaltar a los campesinos en los caminos reales.
Mi pueblo natal sigue sangrando desde su raíz profunda magullada por las armas del caciquismo literario con ese olor a viento tóxico en medio del intestino abierto pavimentado con falsa lajas, con ese gusto áspero de exóticas fachadas, sin mirar la parte sur donde se asoma la torre del campanario de la iglesia. Las principales avenidas siguen rompiendo el cinturón de un pueblo colonial restaurado por tiendas comerciales.
Y le llamé Procusto al ídolo amarillo por el vómito y la bilis, a la estatua de los ojos vacíos, hecho con el acabado de dulcísima dádiva de lírica, cereza y estiércol, con esa humildad de ayuda-favores con el aplauso y la censura, suele cacaraquear como gallina culeca al sentirse el divo semental de la expresión escrita y el placer estético de mirarse ante el espejo y masticar como Pablo Neruda.
No hace falta decir que es un personaje popular al exigirse mayores salarios como símbolo demográfico de aquellos que sobreviven de los parlamentos políticos, sus largas sesiones son utilizar el calzón como una regla de armonizar el atuendo, sé que para muchos es la sabiduría que identifica antiguas voces de nuestros ancestros, pero para algunos es anunciarse en la política como buenos vivales que aterrorizan nuestra lengua en los lugares públicos por encima de la mierda mediática para cocinar banquetes con la democracia parlamentaria.
Bernardo Cortes Vicencio
Papantla, Ver, México
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- Autor: bernardo cortes vicencio ( Offline)
- Publicado: 28 de septiembre de 2020 a las 18:22
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 33
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