Aquí vienen a parar los días oscuros,
un vertedero de minutos inconscientes
y canicas rodando y rebobinando el movimiento.
Son grises, son sedientos y estáticos.
Hay un patio donde el viento no corre,
se paraliza y agolpa su peso conforme se acumula el tiempo.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, doce, veinte, demasiado.
La respiración es ávida, se consume a sí misma.
El dolor es sutil.
El pensamiento es uno,
hierve y las letras son gotas de sudor
que permanecen torpes e histéricas.
La existencia es de otro.
Pasan, o no, los segundos
pero el espacio es inmutable y cansado.
hay figuras sin ojos ni oídos lejanas
siempre borrosas, indiferentes:
no sé qué son.
Esperar es un pasamanos incandescente
de un mirador al tedio,
un punto insignificante provocativo
que supongo que está.
No hay mucho que hacer por aquí.
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