Tiempos que son presente

Fátima Aranda

Me gusta la palabra “siempre”,

pero hoy, y sólo si se refiere a ahora,

a este momento y al siguiente,

y a la sucesión de momentos

que se sucederán unos detrás de otros

para conformar la semántica significativa

de la palabra “siempre”, que se engloba 

en la circunferencia circular inacabable

de su continente finito.

Le damos el sentido de eternidad

pero siempre con el matiz amenazador

de ese “siempre” que puede acabarse,

y que, de hecho, se acaba,

y da paso al “siempre” siguiente.

En ese temor de ser pasado,

tú y yo nos sentamos en la hierba,

o en la cama o en el porche,

mirando a lo lejos ese cercano “siempre”

presente y pensamos que seremos

el “siempre” de siempre aunque

sólo seamos el “siempre” de ahora,

de luego y del jueves,

pero que sucede en el presente

y aunque ya sea pasado,

da paso a otro “siempre” presente,

y pensamos, llegando a la conclusión

de siempre de saber que, aunque

no siempre serás mi presente,

siempre habrás sido el “siempre” presente

en el momento en el que ese “siempre”

fue presente, acumulando

esas ristras de momentos de lo que,

conjugada en tiempos,

no siempre acertamos en llamar “vida”.

Y otras elucubraciones.

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