Calla, calla, tapa tu lengua bífida,
ignora la tensión del arpa fundida
sobre la nieve. Recupera el estado
primigenio, y ofrece a los cauces
derruidos, sangres menstruales de
peces y cortinas. Sobre esos puentes
definitivos, como balsas incandescentes,
se atropellan los moluscos como piedras
de ausencia, brillantes y onerosas, opacas
y venideras. Dentro de tu caparazón de gloria,
un óseo material insiste en tropezar con la noche.
Vil copa del desacato. En las tapias de tu cráneo,
como hocicos posee el agua cuando persiste
en su tóxico nacimiento; en los valses de la tinta
esporádica, y en aquellos ojos de buey, todavía
la sangre estropea sus cánticos de benignidad.
Y un cierto brillo de metal golpeado y flexible,
adquiere tonalidades de barro, cristal como lóbulos
incipientes, cansados. Toros derribados
por la angostura del cielo, sensibles oráculos
por insectos moribundos caídos, y esas altas torres
que vigilan la nocturna aproximación de un barco.
Sin dientes, sin apenas dientes, con idéntico frenesí
a un periódico sin estrellas, buscas el congregado
hielo de los ciclos. Estepa solitaria que hundirá
tus raíces y turberas-.
©
- Autor: Ben-. ( Offline)
- Publicado: 14 de octubre de 2020 a las 17:50
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 24
- Usuarios favoritos de este poema: Vogelfrei, Jorge Horacio Richino, alicia perez hernandez, Lualpri
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