**~Novela Corta - El Llanto en la Carretera 234 - Parte Final~**

Zoraya M. Rodríguez

Si el llanto no se fue, si llegó desde que el accidente de ella fue embestida por esos vehículos y más por el camión en dirección hacia ella, si ella se arrojó hacia el abismo frío. Cuando se ofendió la vida y más se mató y se hirió el cuerpo con un accidente casi translúcido, pero, tan mortal como la misma realidad. Y se dió un desafío en un mal porvenir, cuando en el ocaso frío, se electriza cuando la lluvia hizo de las suyas sí y con el frío y el álgido momento se enfrascó en un terrible accidente en esa carretera 234. Cuando el mal se vió llegar desde que sus frenos fallaron como quien cree que no encuentra salida a un abismo tan álgido como la propia mente en descendencia. Buscando la fría muerte, halló, Graciela, lo que nunca una vil muerte. Cuando en su corazón, sólo se electrizó su forma más adyacente de ver el cielo como tormenta y no de nubes blancas, como siempre. Si en el ocaso se vió reflejado el mismo imperio de lluvia caer en el mismo pavimento en que sólo se halló a su cuerpo tirado en soledad y en desolación allí varado no tan cerca de su automóvil. Y sí, era ella, Graciela, la que en un día salió temprano de su hogar hacia la carretera 234, en busca de un negocio con el extranjero, llevando consigo, la libertad de ser alguien y con mucho éxito, pero, una mala suerte que llegó a abrigar a su camino. Cuando en el instante ofreció lo que un día tendría: éxito, pero, nunca llegó. Hasta que Pilulito, le abrigó el camino con buena suerte de atrapar a su alma de la terrible muerte sucumbiendo en un sólo trance y en un trayecto que vendría luego de ser capaz de rebasar las amarras, la atadura y la tortura de la fría muerte. Cuando ella, sólo ella, pudo con todo, y más cuando Pilulito, la ayudó a combatir la álgida muerte en su camino más tenebroso y más espantoso. Cuando en el ocaso se dió la lluvia y barrió todo alrededor, de un terrible accidente. Y el llanto, ¡ay, del llanto!, cuando se cosechó lo malo en esa carretera 234. Cuando se abrió el deseo, y más un suburbio de un frío llanto en esa carretera 234, la cual, tendría y para siempre el alma fría de Graciela. Y ese llanto fue y será el alma muerta y caída en derredor en ese cruel pavimento. Cuando el alma debió de enfriar el silencio autónomo de haber caído rendida entre aquel silencio aterrador de haber muerto como un estruendoso accidente entre aquella hojalata que cubría el automóvil sin ser adarga que la protegiera del aquel accidente mortífero. Y el llanto fue tan real, cuando hace más de doscientos años ocurrió en la carretera 234. Y voló hacia Pilulito, hacia el mismo infierno o hacia el mismo desierto mágico, cuando logró descender hacia lo más tenebroso y espantoso de un todo, dejando atrás a la carretera 234. Y pasaron doscientos años, cuando se logró apaciguar la calma y más el alma sollozando de Graciela en la carretera 234. Cuando casi se electrizó de un cometa de luz, cuando su alma brilló como la más pura de las almas blancas en esa carretera 234. Y ese llanto, ¡ay, de ese llanto!, clamando por justicia, pero, ¿qué justicia?, ¿o acaso ella no tuvo la culpa por ir a velocidad en esa carretera 234 y tan desconocida para ella misma?, ¿o acaso no sabía que la velocidad mata?. Y el llanto llorando, era el de la voz de ella, en ese carretera 234, de Graciela. Y a esa voz la escucha todo aquel que podía tomar tiempo y escuchar el silencio en esa carretera 234. No podía ser más que un terrible fantasma. Si el llanto fue y será, como un terrible mal recuerdo, como el mal recuerdo de haberse accidentado, hace más de doscientos años atrás. Un pasado mal infundado e impetuoso, espantoso, inerte y frío. Cuando el alma quedó como eco de una voz y de un llanto sosegado. Cuando en el alma se albergó toda luz y todo rencor, y todo por un mal accidente. En que sólo el deseo y la inercia quedó maltrecha y desolada cuando entre aquellos escombros quedó la voz de Graciela, pidiendo y clamando por una triste conmiseración de desolada voz y de un cruel llanto en que vivió por más de doscientos años allí, en esa carretera 234. Si el llanto fue y será la voz de Graciela, el grito desesperado de esos cristales rotos en el rostro, y la terrible desesperación en morir sin poder más vivir. Y era ella, Graciela, la que irrumpió en un sólo llanto inocuo, pero, tana trascendente como la misma pena. Cuando albergó su cometido de ira insolvente. Cuando irrumpió en un sólo destino y un sólo camino, aquel terrible accidente, la cual, la dejó maltrecha y más que eso muerta en el pavimento. Cuando en el albergue de su frío corazón corrió como corrió de niña jugando al tío vivo. Cuando en el accidente sólo corrió a ser mayor, más que a la misma poca vida que tenía cuando Pilulito, corrió a socorrer a aquella alma fría descendente hacia el mismo infierno o cielo. 

Cuando el llanto quedó por siempre en esa carretera 234, la cual, la escuchó un joven que iba y venía en su bicicleta por el área. Y un día trató de hablar con ella, pero, ella, sólo ella, quiso llorar más. Como le habló el joven caminó como dos kilómetros más, y le aparece de frente una joven y muy bonita, pero, descalza. Y le dice que se llama Graciela, y le pregunta que cómo podía llegar a la empresa Pfure. Cuando Pfure, era una empresa que se dedicaba a productos de belleza desde hace más de doscientos años. El joven no reconoció la pregunta ni a Pfure. Y no la pudo ayudar así. Él, continúa su camino y llega cerca de una cafetería y le hace la misma pregunta al dueño de la cafetería que era un viejito de más de setenta años. Y le pregunta que, -“usted conoce a Pfure, por que una señorita me estaba preguntando en la carretera 234 cerca de la valla…”-, cuando el viejito lo mira bien en serio y le dice la verdad sinceramente, -“ay, mijito, en esa carretera 234, era la más peligrosa de éste pueblo más remoto, para allá hace más de doscientos años, hubo un accidente fatal allí de una joven que hacía negocios y murió en ese tramo en la carretera 234 y la que te habló fue ella Graciela, la joven que murió allí, y desde que murió se escucha un llanto o un lamento que el que todo que le escuche y la vea es un fantasma…”-, el jovencito tuvo miedo, pero, no horror, ni terror, sino que halló lo que nunca a un fantasma tan real como él mismo. Y juró que los estudiará, su forma, su estado y su esencia de aparecer o no, y su teofanía, etcétera. Y el joven auguró y juró que no ha de pasar más por esa carretera 234, yá que, podía reencontrarse con ella, otra vez. Y Pilulito, allí también, varado allí, hace más de doscientos años yá. Cuando, de repente, se vió alterado su alma fría, su brebaje aquel que le dió a tomar a Graciela para salvar a su alma. Se debió de enfriar su piel y más, su mala suerte, cuando en el tiempo, sólo halló lo que nunca un alma con llanto y sollozo sin ser temeroso ni espantoso, sino sorpresiva voz, si era un sólo lamento profundo. Cuando no era silencio sino llanto y lamento siendo un fantasma frío de esa cruel y vil carretera 234. Cuando en el destino y en el camino, se edificó su llanto, pues, en esa carretera 234 se consolidó y se intensificó su llanto más débil y más lloroso siendo un vil fantasma. Cuando en el altercado frío entre las noches más frías si Pilulito se llenaba de calor y de cálido abrigo abrigando la mala suerte de Graciela, pero, salvando su alma, con la pócima el alma fría de Pilulito, pero, ¿para qué?, para dejar su alma fría allí nada más. Cuando en el ir y llevar a su propio destino si pasó más de doscientos años, y ella allí en la carretera 234, si se le averió un auto al señor Juan, en ese mismo tramo en la carretera 234, y ella apareció, Graciela, y fue su segunda aparición, cuando al señor Juan se le averió su automóvil haciendo un vil accidente allí mismo. Una muchacha iba a perder su vida en la misma situación que Graciela como hace más de doscientos años atrás, cuando Pilulito, sin más y sin ser perezoso tomó aquella vida y a aquel cuerpo donde en el pavimento dejaría su alma, sus latidos, un susto, y más su vida entera. Y Pilulito antes de que muriera tomó el alma dejando el alma fría su pócima en ese cuerpo. Cuando en el mismo instante se atrapó su cuerpo y más a su alma fría dejando a Graciela como un vil fantasma frío dentro de ese cuerpo cálido, inerte y asustado por un mismo vil y cruel accidente rebasando la valla que allí se halló. Y Pilulito, se debió de enfríar su alma fría, con su brebaje, y se debió de creer en la supervivencia, y en poder sobrevivir aunque fuera de su propio cuerpo y más de un alma que había yá volado. Se salvó el señor Juan, pero, la muchacha murió en el acto, como Graciela, cuando rebasó la misma valla en la carretera 234. Cuando en aquel instante Pilulito fue inteligente y más que eso listo, cambia con su poder mágico a Graciela por el cuerpo cálido de esa muchacha expulsada también de su automóvil y tomó las riendas de su vida. Y llegó a Pfure, a la compañía donde ella laboró por mucho tiempo antes de esos doscientos años, y le indicaron que esa persona no labora allí. Ella se entristeció mucho en el cuerpo de esa muchacha, en que sólo el alma quedó varada allí por siempre, en la carretera 234. Cuando en el albergue de su pobre corazón, se fue por donde no llegó el alma fría a ese cuerpo desolado, inerte y frío dejando atrás una sola soledad. Y esa muchacha queda con el llanto de Graciela en esa carretera 234, pues, sus almas se cruzaron, se entrelazan y tomaron por el mismo camino y el mismo destino. Cuando en el coraje de su propio corazón, se debió de creer en la misma situación. Cuando Graciela sólo tomó un nuevo camino y un nuevo destino, pero, su mente y más su alma quedó allí varada desde hace antes de más de doscientos años. Y Pilulito descontento, pues, su magia no fue el resultado como lo que él quería, sino que pasó lo inesperado. Que las almas se cruzaron y se quedan allí pernoctando en la carretera 234. Cuando en el invierno regresó a esa carretera fría y desolada, fue cuando no hubo ni tiempo de regreso hacia la vida y más al alma dentro de su propio cuerpo. Cuando en el ambiente se ofreció que el delirio fue tan delirante y tanto desafío que cruzó los estándares frío de la vil muerte. Cuando en el ocaso se llevó un delirio desafiante y mal confeccionado en creer lo que más pasó, en sobrevivir lo que conlleva una mala sustracción en saber que el delirio se electrizó la forma más efímera y penitente en saber descifrar lo que posee el camino y más esa carretera 234. Cuando el alma figuró como una fría tormenta, o como un invierno tan desolado, y tan frío como el mismo hielo en la misma piel. Cuando en el alma se abasteció de la soledad por un tiempo en que sólo el destino y el camino eran cómplices de ello. Cuando en el alma si solamente en el alma, quedó varada allí, mostrando a su alma llena de la luz del cielo o de un infierno, en que sólo el desafío fue como pertenecer al delirante y cálido desenfreno y, sin poder frenar en el camino y en su automóvil, sólo se advirtió el mal desafío y el mal siniestro cálido, de entrever el furtivo mal tapiz de un alma yá sin la luz de la pureza dejando atrás la mala impureza. Cuando en el tiempo, sólo en el tiempo, sólo se debió de atraer una buena contemplación de amar lo exquisito y más a la vida inerte y tan fría como haber dejado estéril al corazón mismo. Cuando en el ocaso sintiendo la suave lluvia dejando un delirio adyacente de iras insolventes dejando un tiempo en el cielo fue aquel accidental terrible y tan fatal que la dejó muerta en el mismo pavimento. Y el llanto en la carretera 234, fue una osadía inerte y tan fría, como el mismo delirio tan frío. Cuando en la mitad de la carrera y a tan alta velocidad que llevaba Graciela, perdió el control del volante y se accidentó en esa carretera 234. Cuando ocurre un mal desenfreno o cuando pierde el control de los frenos. Y el llanto de ella, de Graciela, quedó pernoctado allí, y tan varado como el mismo desafío, cuando ocurrió lo que pasó allí, un mal accidente. Y su llanto quedó como eco de una voz en el albergue de esa carretera 234, llorando el desenfreno y el mal situado de una manera en que ella y Pilulito, nunca debieron de salir del hogar hacia esa carretera 234. Cuando en el albergue de un ímpetu clandestino, se río la vida y lloró la muerte. Cuando ella, Graciela, se identificó mayormente en creer que la sabiduría quedaba como una terrible torpeza. Cuando el llanto se debió de creer en el tiempo. Y más en el pasaje yá vivido en un ocaso con lluvia. Cuando la mala suerte llegó y atemorizó al alma de la desventura y de un sólo infortunio casi inocuo, pero, por un fatal accidente. Cuando ella, sólo ella, sucumbió en un mal trance psicótico, y de teofanía. Y así fue que Pilulito, se llevó el alma de Graciela en ese cruel accidente en la carretera 234. Y bajó como todo un Dios desafiando la ternura y la transparencia de vivir en un sólo cuerpo en el de la muchacha que se acabó de accidentar en ese mismo tramo de la carretera 234. Y el que corrió en bicicleta y que habló con ella, cerca de la valla en el tramo de la carretera 234, ella Graciela con el alma y el cuerpo de la otra, fue a la cafetería cerca del pueblito, y vió, otra vez al joven de la bicicleta y le pregunta, otra vez, -“¿dónde queda Pfure?”-, y el joven a lo que le contestó fue que… -“no sé fantasma”-, y se vá corriendo en la bicicleta por el tramo de la valla cerca de la carretera 234 y se accidentó, un vehículo con alta velocidad se lo llevó por medio. Y pasaron más de cuatrocientos años más, cuando Pilulito, yá no podía con tanta alma accidentada y él varado allí en la carretera 234, sólo perfumó aquel ocaso y con lluvia, el cual, todavía llovía a torrente de aguaceros, y supo que nunca había pasado el tiempo. Y el llanto en la carretera 234, sólo socavó muy dentro de Pilulito, cuando se terminó de horrorizar cuando supo que aquel tiempo se detuvo por encomiendas del triste camino y del destino sin salida. Y Pilulito caminó por allí y vió la hojalata del automóvil de Graciela, y del aquel evento y del aquel infierno del aquel accidente fatal en que se electrizó su pecado, y más por ir a tan alta velocidad. Y Pilulito lo supo, después de más cuatrocientos años, cuando aquel joven de la bicicleta lloró insistentemente por el tramo del valle hacia la carretera 234. Y quedó Pilulito también llorando todo aquello que quiso salvar, pero, no pudo, más se sabe el principio, pero, no el final de toda una vida. Dejando un tiempo, un corazón y más un alma, la más pura de las almas, cuando se congelaron las almas de los tres muertos allí varados en la carretera 234 y todo por aquel ángel llamado Pilulito.   



FIN        

 

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 15 de octubre de 2020 a las 00:02
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 11
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