Ni en el día ni en la noche,
cuenta con tristeza,
la sirena de la hoguera,
suena con frialdad.
Mira el hijo que ha perdido,
y la hija que se rinde,
no se callan ya los críos,
es un tiempo de crueldad.
A los hijos de los que no pudieron ser padres,
a las hijas de las que fueron olvidadas,
a todos aquellos que se consumieron,
entre historias tan baratas.
A los ojos de los ciegos,
dicto y ellos lo recogen,
lo que el tiempo enseño,
con ausencia y sin sofoque.
Clama la piedra sin filo,
para no lastimar a un hombre,
entienda el fin y el inicio,
de los hijos que ahora se esconden.
No aclames palabras ajenas,
cual ponzoña puede lastimarlas,
la mujer es parte y una esencia,
de las hijas de esperanza.
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