¡Oh, querida, que el vago suspiro de tu recuerdo
sea la luz que aleja las sombras del páramo de mi mente!
Que la intensa negación a una inevitable se conjure perpetua
y que las dudas se dispersen arrítmicas como corazón en aprietos.
Que la ventisca de invierno se lleve consigo toda mala hierba
arraigada con sus largas venas tomando presa a la piedra de la razón.
Que los días se tornen eternos y los lamentos efímeros y absurdos.
Los momentos perduran inquietantes cuando la escapatoria del pensamiento
se ve rodeada por las hostiles y negras aguas del por qué.
Años caminando esta senda sin ningún beneficio más que el propio,
alimentar el monstruo del ego resulta gracioso y la brevedad de los días a veces incluso molesto.
Pero aquí me postro, a tus pies, sin poder pedirte nada, solo que no me abandones; ni hoy ni nunca.
Mi boca erra una disculpa por ser tan muda al momento de serte eternamente agradecido, sin ti, no soy.
Si soy, seria por ti.
Bernardo Riande Guereque.
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Autor:
L. p. Maudit (
Offline)
- Publicado: 22 de octubre de 2020 a las 03:42
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 35
- Usuarios favoritos de este poema: Vogelfrei
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