Para despertar tuve que verte en nuestro bosque inmenso, la persecución de las sombras parecía interminable.
La pesadilla murió cuando tu luz majestuosa apabulló a esos entes perversos, pues de pronto huyeron.
Fueron cinco días de intranquilidad, cuando en las noches a través de insomnio quise ir a buscarte, pero no pude encontrarte.
Más encontré una entidad espiritual poco agradable, con malicia e intenciones de hacerme volcar en el camino.
Y a pesar del aquel mal, apareciste, con tus ojos brillantes, tal como diamantes, las sombras corrieron de nuestro bello lugar.
En el bosque infinito, allí nos reunimos para conversar, pues tu voz inigualable me alienta para continuar.
Las presencias monstruosas, siempre temerosas, buscan una morada para estar, intranquilas si te ven llegar.
Me has liberado, en tantas ocasiones; presencia de amor, me alimentaste con pan de inmortalidad.
En nuestro bosque de los sueños, mis inseguridades perecen, se desvanece el temor, siempre voy a amarte.
Cuando muy temprano abra los ojos, voy a dibujar tu rostro para recordar que un ángel humano estuvo conmigo.
Entonces nuestro bosque eterno será donde aquel anhelo también podrá resucitar, tu compañia por la eternidad.
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