**~Novela Corta - Ninguna Mujer - Parte IV~**

Zoraya M. Rodríguez

Cuando en el coraje de poder sobrevivir quedó algo en mirar y observar el pasado. Si cuando Gricela lo abandonó y no tuvo más la suerte de haber hallado a un hombre, el cual, él, Eduardo lo amó intensamente queriendo dejar atrás su pasado. Cuando en el deseo de embriagar el corazón sólo quiso ir y marcharse de ese bar, pero, con un hombre de la mano. Y sí, se amaron como nunca y él probó lo que nunca su primera relación homosexual. Y sí consiguió lo que quería, si cuando lo conoció debió de haber entregado el alma. Cuando en el tiempo y en el ocaso se miró al espejo descifrando lo que es inerte en el corazón por un sólo amor. Cuando en la manera de ver el cielo se enfrió aquel desastre del pasado en poder ver el cielo como en un mismo tormento. Cuando en el paraíso se enfrió el deseo de ver el cielo de azul. Cuando en la mañana se electrizó la forma de amar y despertó sobre ése hombre, el cual, amó totalmente. Y viendo el instante en que se debió de entregar cuerpo y alma y corazón y vida. Cuando en el ocaso se enfrió el deseo de ver el cielo en tempestad. Cuando en el interior se edificó unos celos incontrolables si cuando le dejó un corazón se llenó de celos. Y buscando a su propio camino si el corazón latió muy fuerte. Y que nunca amaría a ninguna mujer, cuando su destino cambió como cambia el cielo en tormenta. Cuando a su corazón se enalteció por una bondad en que se había entristecido por un mal amor y un abandono tan inexplicable. Si se dió un deslizar de dedos cuando el corazón latió con tanta fuerza, cuando halló a ése hombre en el bar. Y lo acarició y lo besó más ardientemente que el mismo cálido sol a su piel desnuda. Cuando en el alma se electrizó como la luz que él, Eduardo esperaba. Cuando en el alma se suavizó con la ternura de ese amor en el corazón. Cuando en el alma se identificó como lo suave del destino cuando el alma se aferró a la ocasión como el haber sido como el calor del sol. Y sí que lo amó y sí se amaron más y más, cuando en el corazón se amó con los latidos que se dió como el mismo amor trascendental en el corazón. Si sólo se fue el alma como el saber de una situación tan buena como el haber hallado el amor en ése hombre, el cual, amó en contra la corriente si le llegó ése amor cuando más el amor lo abandonó. Y sí, fue cruel, devastador, inerte y frío, cuando en el alma se dió en el alma una luz sabiendo que el destino es frío como el haber sido con tanto hálito en que se desviste la dulce pasión, en que el desafío es triste y fría. Cuando en el alma fue recreo como el haber tomado el juego en el amor. Y no se hirió ni fue tan trascendente como el haber ido tan lejos como la misma luz, en que el desierto se intensificó como el haber marchado con ira por el abandono de ese amor de Gricela. Cuando en el deseo se hizo como el haber tramado un sólo amor en el ocaso inerte y tan frío como el haber faltado el amor en el corazón, cuando Gricela lo dejó solo e inestable. Cuando en el tiempo se dió y se perfeccionó su amor en el amor homosexual de ése hombre que encontró y que conoció en el bar y que amó profundamente. Cuando sin fingir se dió lo que más él sintió en el corazón, cuando en el alma voló una caricia dentro del mismo sabor que le dió el amor mismo. Y en ese apartamento se hizo el amor y más la pasión que desnudó el deseo, la lujuria, la homosexualidad, y más el desnfreno de ir y venir hacia el mismo ocaso, cuando él, Eduardo, amó sin freno ni condescendencia a su amor y a su único amor, que no le dejó privar su pasión ni su desnudez. Cuando en el ocaso se vió el mar prohibido y más en ese amor el deseo y la lujuria por haber conocido a ése amor y a ése hombre de tal calibre. Cuando en el ocaso se vió el altercado y más la sabiduría de un nuevo comienzo cuando se debatió la gran espera de esperar por lo inesperado. Cuando en ese apartamento se desligó la esencia y más la osadía de percibir el sentido como algo viceversa entre ambos. Cuando en el invierno se llenó de ira insolvente, cuando Gricela lo dejó perpetrando una osada osadía y en ver el cielo como una terrible tempestad. Cuando en el combate de volver hacia el mismo destino y el mismo camino se dió lo que más se enfrió ese triste camino. Cuando en el hálito frío y el desenfreno cálido se enfrascó un tormento dejando estéril el corazón de un total sufrimiento. Cuando llegó el ocaso desnudo cuando el sol brilló con sus rayos, otra vez, al corazón de Eduardo, cuando vió el camino abierto y no sombrío. Cuando las sombras se fueron totalmente, cuando en el invierno se ofreció el más cálido invierno dentro del interior como fugar un sólo desierto, en que el ocaso se vió aterrado cuando se vió solo, pero, llegó la noche fría y conoció al hombre de su vida y recordó su frase que -“no amaría a ninguna mujer”-. Cuando él, el hombre de su vida, se aferró al desierto fraguado e inventado por él, Eduardo y le dió conmiseración de la misma proeza o del mismo instante tan funesto que le dejó Gricela cuando se fue. Y el interior se edificó como un verano con sol, cuando llegó a su apartamento ése hombre, el cual, le albergó en su corazón amor. Y más esencia de la buena, como el haber ido tan lejos con él, desde su primera cita. Cuando en el ir y venir se automatizó la espera tan inesperada, en obtener en el desierto una cantimplora que implore por la sed sedienta de automatización. Cuando la esencia se dió como la esencia fría, y devastada de la presencia figurando una mal cosecha. Cuando en el desenlace del viento se edificó más la penumbra de querer un suburbio autónomo en el mismo corazón. Cuando socavó deleitosamente el naufragio sin velero y sin alas que levantaran el vuelo hacia la misma inmensidad. Cuando en el ocaso se enfrió el deseo y más la forma de ver el cielo de la misma forma y tan connatural. Cuando en el invierno frío se sintió el desafío frío e inerte como el mismo desierto como el ave rapaz y capaz y tan feroz como en el día un suburbio que dentro del interior se ofreció como el haber ido tan lejos como encontrar el amor puro e inocente en ése hombre. Y aprendió una cosa del amor de Gricela que la fidelidad y la honestidad van de la misma mano y del amor en el corazón. Si, cuando en el altercado entre el amor y el corazón, se debió de dar un sólo salto hacia la espera del verdadero amor. Y Eduardo, lo sabía, que el desierto era inocuo, cuando en el alma se debió de sentir como un sólo relámpago de luz, en el mismo cielo. Cuando en el frío desierto se cometió el más suave de los momentos, cuando se alteró su luz en el alma dejando un sólo frío inerte, cuando en el ocaso se dió lo más fuerte del destino frío. Si a la mujer que amó llamada Gricela, se vió aferrado en el invierno funesto y desolado entre el mismo sol y la lluvia, dejando frío al corazón. Cuando en el desierto se vió forzada la forma atrayente de ver el desierto como un sólo invento. 



Continuará………………………………………………………………………………….....                                                







              

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 26 de octubre de 2020 a las 00:03
  • Comentario del autor sobre el poema: Ésta es mi novela #20 del 2020 de #32 novelas de mi autoría.
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 40
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