DUCHA.
Pude ver porque la puerta entreabierta lo permite:
cómo el sol que por la ventana madrugaba,
acaricia su piel desnuda, pálida.
Dibuja con trazos dorados su silueta
y desciende por su garganta que palpita.
Dora la curvatura de sus hombros
sembrados como de musgo de sol.
Resplandecían.
El claroscuro en ocres
resaltó el sensual serpenteo de su espalda.
Terso relieve de valles y colinas recorridos
por hilillos, caminitos de cristal que le lamían.
Me desvelé de las seis hasta las siete
Pensando: cómo llegar y ser gota de ducha
y vagabundear su piel
pradera de dorados pastizales.
León M.N. Enero de 2015.
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